El espectáculo nos presenta el imaginario y sugerente instante justo después de la muerte y antes de la subida al paraíso o bajada a los infiernos del Doctor John Langdon Down, médico británico que estudió durante más de tres décadas el síndrome que lleva su apellido, fallecido en 1896.
El Dr. Down llega a una especie de ‘limbo celestial’, donde le recibe el mismísimo Dios en persona, acompañado de un ángel y un diablo.
Dios, que no resulta ser otro que una joven muchacha que un día de tormenta ayudó al pequeño John a resguardarse de los truenos, refugiándose de la lluvia y el miedo bajo un cobertizo. A través de varias canciones y anécdotas de la vida del doctor, éste va descubriendo que realmente ha muerto y de él depende lo que le ocurrirá a su alma los próximos milenios de eternidad. Obviamente pasa del decrédito al asombro, de allí a la negación, la rebeldía y la depresión… hasta aceptar su destino y entregarse de lleno a este ser tan especial que resulta ser su único Dios personal e intransferible.
El espectáculo termina con un bello epílogo que el doctor realiza en forma de disertación ante un nutrido grupo de colegas médicos, durante un congreso internacional, donde resalta y afirma sus descubrimientos y conclusiones acerca de lo singulares que son aquellas personas ‘distintas pero únicas’ por su capacidad de ver la esencia de los humanos.