Céfalo y Pocris se convierte en una apuesta de modernidad, una exposición ridícula y grotesca sobre el poder entre el hombre y la mujer, entre rey y vasallos.
La historia se desarrolla mediante un simple juego escénico de donde nacen las acciones burlescas con fingimientos y posturas directas, con guiños de inteligencia entre los personajes y los espectadores. De este modo, escenario y teatro, actores y espectadores, participan de un mismo juego cómico, haciendo que la crítica furtiva y grotesca que propone Calderón se convierta en una perspectiva lúdica y actual aparentemente aséptica, que sirve para celebrar un fastuoso y bello despliegue de artificio teatral e ingenio literario.