PABLO MESSIEZ
LA CONFIANZA Y FIDELIDAD DE PABLO MESSIEZ A NUESTRO TEATRO ES UN PRIVILEGIO. HEMOS SIDO TESTIGOS DE LA PRÁCTICA TOTALIDAD DE SUS CREACIONES, SU POESÍA HA LLENADO NUESTRA SALA MUCHAS NOCHES Y SU MAESTRÍA HA QUEDADO PRENDIDA DEL IMAGINARIO DE MUCHOS DE NUESTROS PROFESIONALES GRACIAS A LA GENEROSIDAD DE UN ARTISTA QUE HA IMPARTIDO TALLERES A LA VEZ QUE MOSTRABA SUS CREACIONES.
A Pablo se le veía venir… su última pieza Las canciones, en la que hizo bailar a todo el patio de butacas, anunciaba que ese hombre curioso y discreto estaba por aventurarse en la sintaxis del movimiento y... del dicho al hecho: aquí está Cuerpo de baile.
Messiez sube la apuesta y declara:
Teatro, música, danza, son nombres que separan disciplinas, que en realidad se sirven de un mismo dispositivo: la escena.
Si las tres necesitan del público para tener sentido, si las tres necesitan del espacio para existir, ¿quién quiere separarlas, además del mercado que se alimenta de etiquetar para poder vender?
¿Qué pasaría si volviéramos al origen y las pensáramos como lo mismo?
Hacer una obra de danza, como si fuera música. Un concierto como si fuera teatro. Hacer teatro como si fuera danza.
Pensar la escena como escena, sin descuidar ninguna de sus potencias.
Y dejar que cada disciplina tome de las otras aquello que le falta.
En comparación con la danza y la música, creo que la escena teatral, debido a lo que Bresson llamaba “la terrible costumbre del teatro”, ha ido atenuando su calidad de presente.
Merce Cunningham decía que él no representaba, si no que presentaba. Y no se refería a no repetir. Si no a mantener una cualidad viva en la relación con la acción.
En la música, por otra parte, basta con ver el fervor con que el público de un concierto se sabe parte de la cosa, para comprobar que el presente sigue siendo su materia principal.
En teatro, en cambio… el hábito generado por el consumo habitual de ficciones audiovisuales ha ido imponiendo calladamente sus lógicas, que nada tienen que ver con el presente ni con la escena, sino con lo que ya está resuelto y empaquetado para ver desde el sofá de casa.
Sin embargo, y hablando de sofás, si bien en el confinamiento vimos que podíamos tener acceso a la ficción y al entretenimiento a través de los medios audiovisuales, quienes amamos la escena seguíamos echándola de menos. Entonces volvimos a saber que es el rito del espacio compartido y no otra cosa, lo que hace que el teatro (o la danza o los conciertos) nos hagan falta.
Esta obra nace de un deseo: el de poder pensar la escena desde, con y para el cuerpo.
Vamos a compartir la celebración de la escena, el espacio del tiempo.
Y sí, vamos a bailar.