ESTRÉNATE 2023. Borja Ruiz de Kabia Teatro y Arnau Marín de Teatre de l’Enjòlit
Una historia narrada como un poema largo que tiene a un asesino como protagonista: un ser despreciable, que confunde la línea que separa la lucidez y la locura, y donde se plantean precisamente cuáles pueden llegar a ser los límites de la empatía.
‘El alimento de las moscas’ surge en su inicio como una necesidad de colaboración entre dos creadores que se plantean la idea de trabajar sobre el concepto de monstruo social: un ser periférico que habita en el extrarradio de la sociedad pero que, debido a su posición alejada del mundo, guarda una mirada oscura y, al mismo tiempo, lúcida sobre el mundo que le rechaza.
En este proceso de búsqueda entra el dramaturgo Eusebio Calonge.En palabras de Borja Ruiz: “hemos buscado poner en relieve toda la humanidad y la fragilidad que se esconde en el desgarro de un personaje cruel y lleno de contradicciones”.
“¿Hasta dónde podemos empatizar con alguien que ha cometido un crimen? ¿Hasta qué punto no nos convertimos en verdugos de aquellos que fueron verdugos?”. En el desarrollo de la historia, el público verá cómo el asesino pasa de ser verdugo a víctima y viceversa, hecho que pretende crear un conflicto en la persona espectadora.
La propuesta escénica busca tender puentes hacia el público para que el viaje hacia esta mente asesina y perturbadora tenga “destellos de luz y belleza”. Para ello han jugado con la poética de los objetos, con un espacio sonoro creado por Roger Marín que se diversifica a partir de un canto tradicional en euskera (con voz en off de Yolanda Bustillo) y con una iluminación de David Alcorta que acompaña a este viaje onírico donde se confunden lo cruel y lo bello.
SINOPSIS:
Se muestran aquí los añicos de un destino, los de un condenado de los que vemos tras la asepsia televisiva entre nubes de periodistas, escoltado por policías, esposado y con una prenda ocultando su cabeza, fugazmente, el tiempo de introducirse en el coche que lo saca del juzgado y de la actualidad periodística.
Buscando esa esencialidad hemos entrado en la soledad del “monstruo”, abriendo ese desgarro entre su instinto y su dolor, dando al escenario la dimensión de su consciencia, asomando al público en la profundidad de sus oscuridades, en esos abismos negros donde puede aparecer algún destello de luz en lo insondable de la locura, en la herida palpitante que abre toda poética.