MES DE DANZA.
Al calor y la luz de Platón, nos disponemos a bailar la coreografía de nuestro enredo erótico, que parece estar hecho de anhelo e infinitas esperas. La imaginativa y casi humorística exposición del ser humano como un animal de naturaleza andrógina, condenado a buscar su otra mitad, nos mueve a celebrar el deseo, cuya única naturaleza posible solo puede ser la del juego. Un juego, tal vez, demasiado serio; así que nos decidimos, tal y como hizo el filósofo en El Banquete, a tratarlo con ligereza. Encontrar los ojos que nos miren y nos reconozcan, las manos que nos toquen y nos reconozcan, el cuerpo que nos recuerde que estamos hechos de la misma materia que las estrellas, que los árboles o los insectos. Nuestro festín quiere ser una celebración de los cuerpos, de su movimiento y su diversidad.