En esta obra se cruzan en el camino dos figuras extremas: la del místico torero Juan Belmonte y la del titánico compositor Richard Wagner. Durante dos horas, Angélica Liddell es alternativamente la torera y el toro, Tristán e Isolda, el Diablo y el buen Dios. Convoca a los demonios y hace uso de descaradas canciones como el Asingara de Las Grecas, grandes órganos de iglesia y el canto de amor y muerte de Tristán. La dramaturga y actriz presenta un espectáculo que une la tragedia clásica con la tauromaquia.