Un espacio vacío. Casi vacío. Una alfombra colgando del telar, otra limitando el espacio de actuación y algún mueble manejable es todo lo que nos hace falta para recrear todos los salones palaciegos, jardines e iglesias que se describen a lo largo de la obra. Un espacio vacío que rinde homenaje a la manera de hacer del Siglo de Oro y que justificamos en la dramaturgia con la que hemos envuelto nuestro PERRO DEL HORTELANO.
Nuestra versión, como tantas otras, es más corta que la original y más corta que otras versiones cortas pero la aplicación (meticulosa) de la tijera se ha debido más a facilitar el desarrollo de una segunda trama que a la voluntad de hacer una versión exprés.