Judas, a punto de de entregar a Jesús al Sanedrín para ser crucificado, se enfrenta a un dilema. Él, su maestro, le ha hecho creer; le ha abierto los ojos como si nunca antes hubiera visto el mundo, le ha hecho cambiar y, sin embargo, le ha pedido que lo traicione. Contra sus creencias, sus aspiraciones y su conciencia, sabe bien que obedecerlo supondrá darle muerte. A su maestro. Su mesías. Y su amigo. 

En su relato “Tres versiones de Judas”, J. L. Borges sugiere la posibilidad de que Judas asumiera voluntariamente su destino, conocedor de su importancia como instrumento necesario para el plan de Dios. Quizás Judas intuyó el propósito de Jesús y se sacrificó por su causa o simplemente eligió venderlo por unas monedas de plata. Difícil decisión. Una terrible elección.