En esta pieza contemplamos el singular desafío entre un Felipe IV putero y melancólico y un Conde Duque de Olivares cuya idea más brillante consiste en subir los impuestos, así como el no menos
singular naufragio de un imperio. Aunque sucede en el s. XVII las sucesivas reescrituras de la pieza se han visto irremediablemente infectadas por el presente.
Esta es la historia eterna, contada desde esa periferia que llamamos humor, de una nación encantada de haberse conocido, tan encantada que viene repitiéndose a sí misma al menos desde el s. XVII. Una nación que, como si fuera una lata de refresco, necesita, a falta de algo mejor, hacerse con una marca.
Espectáculo no recomendado para niños.