DANIEL VERONESE / PRODUCCIONES TEATRALES CONTEMPORÁNEAS.
Espía a una mujer que se mata es, junto con Mujeres soñaron caballos, una de las obras que apuntaló la fama en España de Daniel Veronese como autor y director de teatro.
La gran sorpresa de este montaje, presentado en 2017 en el Centro Dramático Nacional, es la recuperación de ese Veronese que vino de Argentina y que entusiasmó a todos y todas. Ese Veronese que, antes que respuestas, plantea preguntas y desvela misterios. El público sale del montaje pensando que ojalá haya hecho un reset y ahora venga lo bueno. Es decir, nuevas producciones que estén animadas con este espíritu de irrespetuoso respeto a la fuente original -en este caso al Tío Vania de Chéjov- y al teatro, para ponernos delante las contradicciones de la vida, antes que las certezas socialmente aceptadas, tal como ha hecho en sus más recientes montajes. Hacernos mirar por la grieta en vez de en las pantallas de un móvil o un televisor.
El creador argentino cocina Chéjov a presión, tensando crudamente los subtextos en la grisura de un espacio escénico claustrofóbico, tierra abonada para que fructifiquen a todo ritmo las semillas de la crispación y donde queda claro que no caben ni el recurso al heroísmo ni la dignidad de la tragedia. En esa rutina de la decepción, hasta el amago de gestos estrepitosos, como el asesinato o el suicidio, se asfixian en el patetismo de lo grotesco.