North Korea Dance.
Asociada desde hace años al Theatre de la Ville de París, la coreógrafa más destacada de Corea nos ofrece su último espectáculo. Un mensaje optimista y lleno de empatía sobre el arte y la vida, a lo culto y lo popular, lo clásico y lo tradicional.
Coreografía, dirección artística, vestuario y escenografía: EUN-ME AH
Personalidad fuera de lo común, Eun-Me Ahn destaca, tanto en el escenario como en la vida cotidiana, por sus trajes coloristas que dejan de lado el traje coreano tradicional (hanbok). En efecto, fue una desviación de vestuario lo que le hizo descubrir la danza. De niña, un día se cruza con un grupo vestido de color verde y decide seguirlos. Son bailarines... quiere trabajar con ellos pero su madre no puede pagarle las clases.
Más tarde se reafirma en su vocación, se forma sola, llegando a crear espectáculos con sus amigos. Desde su adolescencia asume plena y alegremente su rebeldía estética. Tiene un cráneo y decide mostrarlo, viviendo sin cabello.
Es el comienzo de una carrera imparable, que la lleva a diplomarse en Artes Plásticas en la Universidad de Seúl y a aprender la danza tradicional coreana, hasta que decide buscar su “voz propia” e instalarse en Nueva York, donde se forma en Danza Contemporánea. Posteriormente llega la gran sorpresa con su nombramiento al frente de la compañía más importante de danza de su país, formada por 45 bailarines. A partir de ahí comienza a crear sus propios espectáculos y llega su descubrimiento internacional cosechando éxitos en todo el mundo.
El intercambio entre las dos Coreas se reanuda, pero la coreógrafa Eun-Me Ahn va un paso por delante. Una artista pura sangre y siempre sorprendente.
La coreógrafa surcoreana desembarca en Francia en 2013, país que descubre el sello artístico que la caracteriza, un sello que se nutre de los códigos más variados: desde la danza libre de Isadora Duncan a las prácticas chamánicas.
En North Korea Dance, esta cabeza inquieta que adora situarse en los límites de la danza y la sociedad, se sumerge en los vídeos de los ballets ejecutados en Corea del Norte para conocer algo mejor a sus compatriotas, así como para cuestionar la evolución de un arte cuando este ha sido sometido durante 60 años por un régimen político dictatorial. Una problemática apasionante a la que Eun-Me Ahn aporta una gran cantidad de imágenes contradictorias.
Un secreto deseo se desliza a través de todo el espectáculo: todos los ciudadanos esperan la paz entre los dos países. Quizá haya llegado el momento de intentar conocernos mejor.