Porque algo tan habitual en un obrador como hacer unas madalenas se puede convertir como por arte de magia en una manera de contar historias, propias y ajenas. Cuando los objetos usados en su elaboración se trasforman en gallinas obedientes y trabajadoras y la cocina en un corral. Cuando la zorra acecha y el gallo vigila mientras las gallinas producen y crían. Todo puede pasar pero lo único seguro es que las magdalenas Parrato se comen mejor en el momento.