CÁDIZ EN DANZA
UNAIUNA
“Los bailarines son los atletas de dios” dijo Albert Einstein. Y no se equivocaba.
Os presentamos tres guerreros; Palmira, Sebastián y Rocío. Ellos entran al combate con sus pompones y purpurina. El lugar de batalla de siempre y su banda sonora preferida: una lista de spotify de los 2000. Sus órganos ya están preparados y su mirada va directa al punto de ataque. Hoy es el día, el día sagrado, dónde el sudor pasa a ser confeti y los jadeos de la respiración pasan a ser el bit de la música. Sebastián es más partidario de una técnica depurada y de pocos artificios, mientras que Rocío, como apunta ya su nombre, es el Rococó por antonomasia. Palmira, en cambio, es una obsesiva en la búsqueda del movimiento puro.
Los cuerpos ya están en movimiento, una fiesta de endorfinas y oxitocina que se liberan al ritmo de Tchaikovsky. Los tres son tan diferentes que cuesta entender cómo se entienden tan bien en la pista. Es en ese momento donde se construye esa galaxia y se alejan de la realidad, llegando a límites corporales. El momento donde todos las están mirando, pero se comportan como si no lo hiciera nadie. Lástima que con frecuencia este placer se difumine dentro de la escena profesional, que quede todo distorsionado por la burbuja contemporánea, la postmodernidad y porque no decirlo, el postureo de un mundo que, qué sorpresa; baila constantemente entre la farándula y el oficio. Pero bueno, sería injusto cargar las culpas al mundo que se lo ha dado todo, ¿no? ¿Qué les está pasando? ¿Ya no les gusta bailar?