Pasó en el corazón de Europa, a dos horas de avión de Barcelona y 4 de Málaga. Aquí disfrutábamos de la euforia olímpica y la Expo 92. En Sarajevo la habían vivido unos años antes. De repente, la televisión nos servía imágenes de los campos de concentración en Bosnia-Herzegovina, mezcladas con el medallero olímpico en Barcelona y los fastos de una Exposición Universal. Hace casi tres décadas de aquella guerra, donde entre 25.000 y 50.000 niñas y mujeres fueron violadas como estrategia de limpieza étnica. Los focos y las cámaras ya no están. Pero, ¿ha terminado la guerra para las supervivientes y los hijos e hijas nacidos de aquellas violaciones? Y nosotros, ¿dónde estábamos? ¿dónde estamos ahora?
Siete intérpretes en escena y la música en directo nos hacen viajar entre la Bosnia de los 90 y la Barcelona olímpica, entre los testigos reales y su representación, entre el relato de las protagonistas y los recuerdos de los propios actores y actrices, entre la realidad y la ficción.
Tres décadas después de las atrocidades cometidas, la mayoría de las supervivientes lo viven en silencio, ignoradas por las instituciones, invisibilizadas por la sociedad e incluso rechazadas por sus propias familias. Esta obra da voz a la memoria y a la determinación de estas mujeres y de los hijos e hijas nacidos de las violaciones, de luchar contra el olvido, ahora que los focos y las cámaras ya hace tiempo que se marcharon de Bosnia. Para Nevenka, Milica, Meliha, Alen, Ajna y Lejla, la guerra no ha terminado todavía. El dolor que sienten es tan grande que, para ellas, todavía “hay alguien en el bosque”.
Antes y después de la propuesta escénica, en la antesala del teatro, una exposición fotográfica sobre las propias mujeres que dieron testimonio de sus vivencias, recordarán al espectador que lo que ha vivido no es producto de la imaginación sino consecuencia directa de hechos que ayer ocurrieron en la entonces Yugoslavia (Sarajevo, Bihac, Gorazde, Zepa, Srebrenica…), hoy están sucediendo en Ucrania (Kiev, Mariúpol, Járkov, Odesa, Sebastopol…), y quién sabe si mañana no lo harán delante de nuestras propias narices, en nuestro propio país. Nadie está libre de la barbarie.