FESTIVAL ANFITRIÓN
Cuando Antonio Gil Pérez tuvo el accidente vio una luz. Un destello cegador que, él entonces no lo sabía, era el anuncio de su nueva situación de vida. Quedó parapléjico, y todo discapacitado conlleva una doble carga. La suya propia y la del que ha de atenderlo. En esto ha pensado mucho Mario Bermúdez viendo a su madre cuidar de su tío Antonio Gil. Y lleva tiempo queriendo expresar artísticamente esta historia, que es la de su madre, su tío, su entorno y la suya propia, pero también la de tantos otros sobrinos, hermanas y tíos de alguien con discapacidad.
Como es coreógrafo, no se le ocurre otro camino para contarlo que no sea a través de la danza, aunque sea la primera vez que su compañía Marcat Dance se aleja de sugerencias y evocaciones para encarar una historia tan concreta, tan cercana. Huesos de madera, que tiene su antecedente en la pieza corta Wooden Bones (2016), quiere llamar la atención sobre el silencioso acto de sacrificio y generosidad del cuidador. Lo que implica, lo que supone, lo que casi nadie ve porque la tragedia del malogrado tiene mayor impacto y visibilidad. Quiere ser también sentido homenaje a tantos discapacitados y sus cuidadores.
Como en todas las creaciones de su compañía, la dramaturgia de Huesos de madera es propia pero quiso esta vez, por la cercanía emocional con el tema, contar con un ojo externo que lo guiara por este laberinto de emociones que conforman un material coreográfico más íntimo y personal que de costumbre. Y así es como la veterana bailarina y coreógrafa Isabel Vázquez, su maestra de otro tiempo, se ha incorporado al equipo. En la danza, el mismo Bermúdez y su bailarina Marilisa Gallicchio, pero no como protagonistas porque hay dos más en escena: el pianista Esteban Ocaña, siempre inmóvil tocando su piano de cola, y una silla, que trasciende su condición de atrezzo para convertirse en una parte relevante de la narrativa, el símbolo inequívoco de postración e inmovilidad. También está la luz, la imitación de ese destello que cambió en antes y después la vida del tío Antonio.
Lejos de la postura de acompañante musical y en absoluto ejerciendo su rol como pianista en una gala de ballet, Esteban Ocaña interpretará en directo conocidas y reconocidas obras del repertorio universal, todas con una fuerte carga emotiva que se hace responsable de la atmósfera y tono de la pieza. Bach, Händel, Rachmaninov o Beethoven y su emocionado Claro de luna, que tiene relevante momento, prestarán su belleza melancólica a la coreografía.
Omar Khan