Mi jardín impuro, el jardín del edén como premio que brinda la ortodoxia, el jardín llevado a la impureza por la atracción del hombre y su necesidad de ver un paisaje más allá, osadía, aventura, curiosidad por el fruto perfecto, por la fruta prohibida, ser tentado y no atenerse a las leyes. El hombre con su imperfección. Expulsado del paraíso en éxodo continuo, un viaje metafórico, el exilio del flamenco.
En principio, fue un encargo que me hizo el Museo Picasso de París, un Carta Blanca a Andrés Marín (título original). Posteriormente ha ido transformándose y adquiriendo diferentes texturas hasta alcanzar otra magnitud. En cualquier caso, se trata de un ámbito sin fronteras que me permite circular libremente por mi universo, por mi imaginario, sin ningún tipo de ataduras. Es un espacio dinámico, siempre en actividad