Estas dos novelas de Cervantes tienen en común féminas como protagonistas y con un motor común: el viaje. Un viaje de la mano de tres cómicos transtemporales que desde el siglo XVII siguen pegados a las tablas contando historias. Cada uno de los relatos se dibuja como un mundo diferente, desde un lenguaje distinto, con diferentes recursos, en barco por la mar y a caballo por tierra.