La Estrella de Sevilla es una de las tragedias referenciales de nuestro teatro del Siglo de Oro. Estamos ante una
pieza contundente que narra unos supuestos sucesos históricos acaecidos en Sevilla. Nos situamos en el siglo XIII.
El rey Sancho el Bravo llega por primera vez a esta ciudad y queda prendado por la belleza de Estrella Tavera. La
desea, y todo su fin es conseguirla cuanto antes, pasando por encima de quien se tercie.
Es interesante observar que aunque la acción se sitúa en el siglo XIII; tiene un claro reflejo en la época en la que se
escribió, en torno a 1630. El rey Felipe IV y su valido Olivares visitaron Sevilla en 1624, por lo que La Estrella sí
tiene una clara intencionalidad política para su momento. Es evidente que traslada una serie de consejos sobre los
problemas de una monarquía absolutista y caprichosa.
La obra no esconde su posición crítica con el soberano en subterfugios ni barroquismos. Es directa, clara, sin
ambigüedades. Estamos ante un planteamiento donde frente al poder absoluto medieval aparece la concepción
moderna del ciudadano, porque los súbditos empiezan a exigir sus derechos ante las arbitrariedades despóticas de
sus monarcas.
Estrella es la luz, de ahí su nombre, que ha permanecido ciega y oscura sin intuir la verdad durante buena parte de
la obra. Pero en el último tramo, brilla incandescente y nos ilumina para que gracias a su resplandor lleguemos a la
anagnórisis (reconocimiento) y a la peripecia final. Pasos necesarios para que esta tragedia nos purifique como
individuos y nos prevenga ante sucesos parejos a los que hemos asistido.