DE REBECA ORTEGA
En un mundo de diálogos internos y exceso de ruido e información externa, ¿somos los dueños de nuestras decisiones?
A menudo vivimos con estímulos que apremian la angustia, impidiendo la quietud mental. En consecuencia, surge la necesidad de investigar acerca de la sencillez del ser, la escucha del silencio.
¿Qué sucede en la vivencia del silencio?
Al principio, nuestro diálogo interno se vuelve más turbulento todavía.
Cuando mantenemos la vivencia, el diálogo interno comienza a callarse. La mente se rinde y se da cuenta que no tiene sentido dar vueltas si el Yo no va a hablar, decididamente.
Cuando el diálogo interno se calla, empezamos a vivir la quietud, el terreno de creación donde todo está conectado con todo lo demás pacíficamente. Tal como cuando arrojamos una piedra en un lago en calma observamos las ondas producidas; desde este estado de silencio, o quietud de la conciencia, podemos introducir una intención o un deseo o tomar una decisión.
Con esta metáfora, si el lago o el Yo no está en calma, no nos percatamos de nuestro campo de la potencialidad pura, el campo de todas las posibilidades.