Francisco López dirige la escena y José María Moreno ensambla la música de la primera ópera escenificada del ciclo 18-19, que cuenta con la colaboración de la Fundación Unicaja, INAEM, Sando, Ópera XXI e Idealista
La traviata se puede considerar, siguiendo a José Antonio Cantón, autor de las notas al programa del ciclo, “la primera aparición del verismo entendido como retrato realista de situaciones y personajes de la vida cotidiana, con toda su crudeza, enfatizando los aspectos morales y éticos de sus comportamientos, lo que deja claro su entronque estético con el naturalismo literario”. Verdi exprimió en ella su vertiente más íntima y menos grandilocuente, creando una música de una profunda humanidad y cuidando la recreación psicológica de los personajes y sus sentimientos a partir del magnífico libreto con el que Francesco Maria Piave adaptó una obra magna de la literatura del Romanticismo, La dama de las camelias, de Alejandro Dumas (hijo).
En La traviata “destaca sobremanera –continúa Cantón- la caracterización del personaje de Violeta, cuya fragilidad, sinceridad, frivolidad y amarga tristeza aparecen magistralmente plasmadas y entrelazadas, lo que lleva a que la cantante que la interprete tenga varias facetas canoras que Verdi pide: ligera coloratura en el primer acto, calidez lírica en el segundo, intenso y profundo dramatismo en el tercero, y poder de conmoción para el último, en el que la cortesana se convierte casi en heroína”. Verdi lo consigue con un lenguaje musical íntimo, humano y menos grandilocuente que en otros de sus títulos, que aborda con “un sonido orquestal libre de rigideces armónicas y mucho más ágil en fluidez discursiva, que expresa ritmos sencillos y suaves melodías semejantes a sus romanzas”.