De R. M. del del Valle-Inclán. Una dura crítica al machismo bajo el sorprendente cristal del "esperpento" por la compañía MORFEO TEATRO.
LOS CUERNOS DE DON FRIOLERA, es uno de los proyectos más singulares y ambiciosos de está reconocida compañía de trayectoria internacional y que ha conseguido clamorosas críticas tras su estreno. Este "esperpento" de Valle-Inclán, que raramente se ve en escena, muestra con crueldad una parodia satírica que provoca risas crueles y desatadas sobre la tradición machista de los españoles.
"Estoy haciendo algo nuevo, distinto a mis obras anteriores. Este teatro no es representable para actores. Ahora escribo teatro para muñecos. Es algo que titulo Esperpentos. Consiste en buscar el lado cómico en lo trágico de la vida misma. Lo que sería una escena dolorosa, acaso brutal, para el espectador una sencilla farsa grotesca." Esta declaración del propio Valle-Inclán en una entrevista a la prensa sirve de pretexto de puesta en escena para dar comienzo a LOS CUERNOS DE DON FRIOLERA, uno de los tres "esperpentos" que conforman su magna obra Martes de Carnaval, uno de los proyectos más singulares y ambiciosos de está compañía.
En Los Cuernos de don Friolera se retrata una España de principios del siglo XX en la que Valle-Inclán critica los prejuicios morales de la pérdida del honor por "los cuernos"; por eso pretende, y logra con suma ironía, burlarse de sus personajes y de sus comportamientos de folletín sainetero, en una parodia satírica sin precedentes, que provoca risas crueles y desatadas sobre la tradición machista de los españoles.
LA HISTORIA narra como el teniente Astete -don Friolera-, recibe un anónimo avisándole de que su mujer le engaña. Vuelto loco por los celos que siente de su frívola mujer, doña Loreta, tentada por un chulapo de medias tintas y vecino, el barbero Pachequín, e instigado por un malintencionado vecindario, trama tomar venganza. La hija de ambos, Manolita, entra en escena justo cuando el supuesto "cornudo" va a matar a los inocentes amantes, amansando las iras de su padre. Sin embargo la presión de sus colegas militares le ofusca en lo más hondo de su orgullo, y recurriendo a un ancestral código del honor, y pistola en mano, se conmina a cometer el crimen, al grito de "¡En el cuerpo de carabineros no hay cabrones!"