Esta temporada volvemos a un público adulto con un dramaturgo consagrado y de notoria actualidad como es Pablo Messiez y su espectáculo Los gestos que ya pasó por los teatros Alhambra y Central y con este espectáculo ofrecemos la mirada de este encantador de palabras, emociones y cuerpos que sabemos que no defraudará.
De nuevo, de la mano de un equipo de lujo, nos ofrece su último texto que – ya saben bien nuestros asiduos – solo adquirirá sentido sobre el escenario.
El foco en los gestos, es también el foco en aquello que no se puede escribir. En lo que el teatro tiene de extra-literario. En lo que adquiere sentido en la encarnación, en la presencia. En las cosas que hace el cuerpo como resultado de un ponerse en relación.
Dice Deleuze, que pintar la boca que grita quiere decir no solo que la pinto sino que he captado las potencias que la hacen gritar. Cómo sería plantear una dramaturgia en la que el foco esté puesto en la repercusión de esas potencias. No en el acto sino en el efecto del acto en los cuerpos. No en el individuo sino en la trama de relaciones que lo afectan.
En sus “Apuntes para la gestación de los gestos” el dramaturgo, escritor y pedagogo argentino, nos informa de su vuelta a Madrid, tras un viaje a Roma donde comienza a recuperar emociones, recuerdos de situaciones vividas en la ciudad a la que todos los caminos conducen, y comienza a trazar el trayecto que dibujará esta pieza.
Los restos de Roma en la memoria hacen brotar algunas formas. Situaciones. Personajes. Copio aquí algunas mientras me pregunto qué de todo esto será finalmente la obra.
En un espacio circular, abandonado, que recuerda a la basílica di Santo Stefano Rotondo de Roma, Topazia quiere poner un bar. Francisco, director de escena fan de Pasolini y novio de Topazia, la acompaña en la empresa. Aunque a él le interesa hacer teatro. También hay un pianista muy joven que toca en el piano siempre la misma pieza, y un muchacho con ojos de terror antiguo que vivía escondido en las ruinas. A ellos se suma una mujer mayor, que parece que no habla pero hablará. A todos les pasa lo mismo. Algo en ese espacio hace que sean tomados por gestos ajenos. Como si se tratase de un virus cada vez más poderoso, los cuerpos son movidos hacia formas ajenas e imprevistas.