Rufina, del latín “Pelirroja”, fue una mujer intersexual, aunque en sociedad fuera leída como hombre a ojos de las demás personas. Nacida poco después del estallido de la Guerra Civil española, se vio forzada a encerrarse en casa con escasos veinte años, pues las “endemoniadas” como ella no tenían lugar más allá de sus cuevas. Suerte que nadie la despeñó, ni la quemó en ninguna hoguera, aunque su penitencia fue otra. Una que, más allá de aliviar, enloquece. Pues quien no comparte, no existe. Pues lo que no se escucha, no se permite.