XI MITIN.
Atalaya.
A través de Marat, de su asesina –Carlota Corday-, de Sade, de Coulmier y del cura revolucionario libertario Jacques Roux, se presentan las diferentes posiciones ante la revolución, mientras el pueblo es encarnado por el coro de “locos” y por el grupo de cómicos cantores que, junto al presentador, confieren al montaje un estilo musical. El dilema de la obra gira en torno a la lucha dialéctica entre el individualismo y lo colectivo, entre la violencia y la sumisión, entre la honestidad y la corrupción. La obra posee dos lenguajes que han sido determinantes en el último medio siglo: el del teatro épico de Brecht y el del teatro de la crueldad de Artaud, pero también aflora el grotesco de Merjehold; los tres ejercen una enorme influencia en las escenificaciones de Atalaya. La veintena de tema interpretados en vivo confieren al montaje un aire de musical y sobresale en su estructura la propuesta de teatro dentro del teatro; el público se sienta ante actores coetáneos que encarnan a enfermos del manicomio de Charenton, que interpretan en 1808 a personajes de la Revolución Francesa. Resultan de enorme actualidad las luchas dialécticas entre el individualismo, que representa el marqués de Sade, y la apuesta por la colectividad, encarnada por Jean Paul Marat; entre la actitud sumisa ante los poderosos de una parte de la sociedad y la rebeldía de la otra; entre la corrupción y la honestidad.