M.A.R.I.L.U.L.A. es un monólogo de Lena Kitsopoulou para una actriz en el que explora la condición del individuo en general, y de la mujer en particular, en la sociedad post-revolución-tecnológica que vivimos.
La protagonista, a la que hemos llamado Lula de manera libre, se encuentra en su casa, el pequeño (ínfimo) estudio que se puede permitir con el sueldo que percibe como diseñadora. Es artista, tiene un trabajo “alimenticio”, como ella dice. Es algo que le da una nómina a final de mes, pero poco más. Con una gran carga de ironía, sarcasmo y humor vamos conociendo a nuestra protagonista, sus pensamientos y sus deseos. Deseos que nunca se cumplieron.
En estos momentos la falta de motivación ante la vida se le va amontonando entre las cuatro paredes de este pequeño piso urbano, más bien nicho urbano, donde podríamos decir que “vive”. Y así se desarrolla su viaje. Un viaje a Ítaca en el que va dejando atrás sueños, experiencias, personas… el viaje de la vida hasta llegar al último puerto, la muerte. Una muerte que ella acelera a través de esa pastilla llamada M.A.R.I.L.U.L.A. Un suicidio. Un suicidio poético y absurdo que vivimos de su mano, que nos lleva a conocer a un pintoresco San Pedro a las puertas del cielo; o nos dará el gusto de reencontrar en el infierno a Goytisolo disfrazado de Nino Bravo que no canta ninguna de sus canciones, pero canta. Finalmente, un viaje que le hace aprender que los problemas no radican en el lugar donde se vive o en el estado en el que “está” una persona, sino que los problemas nos acompañan allá donde vayamos.
Después de este viaje lleno de acidez y humor entendemos que, al final, lo que importa es nuestra actitud ante las experiencias que se nos presentan. Y qué más da estar en la tierra, en el cielo, en el limbo o en el infierno, si no disfrutamos de nuestra condición. Y esa es la clave, amigas, ¿qué más hacer? Lo único que nos queda en este mundo y en el otro es disfrutar de cada momento, vivir como si fuera el último y pegarnos unos bailes. Y ya estaría.