FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO CLÁSICO DE MÉRIDA
Caracterizada por la modernidad de su planteamiento, esta obra dejará perplejo a todo aquel que acuda a verla. Entre corrupción, lujuria y codicia se nos presentan a unos personajes que, creados hace 21 siglos, nos miran y nos dicen: soy como tú.
Sobre la obra
De Plauto / Eduardo Galán
Yo, como Claudio, soy romano, pero yo soy más rico y aunque me llamo Pánfilo no me chupo el dedo. Mi nombre quiere decir “El que ama todo” y en estos tiempos no es nombre para ponerle a una criatura. Por culpa de la perversidad humana, “pánfilo” es el calificativo que se usa para describir al que denota poca habilidad para moverse donde te apuñalan por la espalda a la primera de cambio. ¡Cuidado con malinterpretar mi nombre! Yo lo amo todo, pero sobre todo el tintineo de las monedas y el suspiro extasiado del gozo carnal. Vamos, que tonto, lo que se dice tonto, no soy.
Soy la creación de un hombre que vivió doscientos años antes que Jesús de Nazareth. Su nombre era Plauto y le fue bien con lo del teatro porque le daba al público lo que quería: diversión. Plauto, después de trabajos peor remunerados con un costo elevado en dolores lumbares, encontró su lugar mezclando comedias griegas y adaptándolas al ruidoso, libertario y jaranero gusto romano. Plauto es pues un renovador, el artista que sentó las bases de la comedia moderna. De la misma manera que Plauto inventaba giros, equívocos, juegos de palabras haciendo corta y pega con las obras griegas, Eduardo Galán ha cocinado una obra de Plauto que es un compendio de lo mejor de su obra y en ella, como en los bazares, hay de todo, por eso quizás, y además, se llama Mercado de amores.
Y sí, yo soy Panfilo y soy como tú, pero también soy un Benny Hill mirando las piernas de una enfermera, y Harpo Marx corriendo detrás de una corista, y quizás sea como ese irresistible Don Juan que tantos descalabros morales cometió y de cuya memoria se guarda respeto gracias al perdón obtenido en la Confesión. Lo malo de mi personaje es que no reúno los atractivos del personaje de Zorrilla pero sí suficiente riqueza para saltar despreocupado de un lecho a otro. El destino me pondrá en mi sitio para escarnio, burla y regocijo del respetable. Bueno. ¡Que me quiten lo bailado!