Narra la historia de Christopher Reeve, el auténtico Supermán, intentando mediar en Chile, en plena dictadura de Pinochet, por la liberación de 77 actores y actrices
En 1987, en los años más duros del duro régimen pinochetista, 77 actores y actrices fueron amenazados por la dictadura militar con ser expulsados del país si no cesaban en su actividad artística. “Expulsados del país” era un eufemismo si tenemos en cuenta cómo se las gastaba el régimen y el dato, nada trivial, de que las notas de amenaza estuviesen manchadas de sangre. Ante este hecho, el sindicato de actores y actrices Sidarte pidió ayuda a numerosos artistas, actores y cantantes a nivel internacional. Leves muestras de solidaridad en forma de cartas y grabaciones en vídeo llegaron desde España, Estados Unidos, Francia… Pero uno de los actores contactados, quizás el de mayor fama y éxito aquel entonces, Christopher Reeve, el auténtico Superman, hizo algo más que enviar una muestra de solidaridad. Ariel Dorfmann, el dramaturgo que le llamó, relata que pasó unos segundos callado después de que le comentase lo grave de la situación, y entonces dijo: “Exactamente, ¿en qué puedo ayudar?”.
Reeve pasó siete días en Santiago de Chile tratando de mediar con la dictadura militar de Pinochet para la liberación de estos 77 actores y actrices pertenecientes al sindicato Sidarte. Dice la historia que nunca llegó a encontrarse con Pinochet. Pero la historia también nos dice que los 77 recibieron, poco tiempo después y de manera inexplicable, la carta de libertad. En cualquier caso, ésta no es una historia sobre el heroísmo de Reeve, más grande aún fuera de la pantalla que dentro de ella. Tampoco es éste el retrato de un país partido por la crueldad… Ésta es simplemente la historia de amor de un hombre que nunca pudo amar.