Incontables fueron las musas de Machado, tantas como los versos que anotaba en papel y llenaban de poemas sus bolsillos. En Guiomar y Leonor, aquellas musas tomaron forma de mujer pero a lo largo de su vida adoptaron también otros rostros: la España que tanto le desgarraba, esos campos de Castilla en cuyo espejo reflejó su alma, los ecos de la Sevilla de su infancia… De su padre, heredó la musicalidad y flamencura que dota de ritmo a sus poemas, tan bien emparentados con cualquier palo flamenco. La guitarra guía este viaje en las manos del maestro José Luis Montón, haciendo fluir los versos machadianos al son de su música, con las interpretaciones de la cantaora Inma La Carbonera y de la actriz Natalia Erice, siguiendo la dramaturgia de Lara Carrasco.