Hace ya cuarenta y cinco años que salió este grito ronco, dolido, agresivo; y los golpes de flamenco viejo, distanciado y lejano del que la dictadura promocionaba en festivales esplendorosos, tablaos y teatros para divertir. En ese estudio dramático sobre cantes y bailes de nuestra Andalucía, al que llamamos QUEJÍO, se incorporan en expresiones sonoras, el dolor de todo un pueblo: la lucha campesina de la que hablaba Blas Infante, el silencio dramático de la emigración, las cicatrices que causan en el alma el miedo, las bocas cerradas del medio popular, y la Andalucía aplastada por la imagen panderetera que tapaba, con un manto negro bordado en oro, el hambre, el analfabetismo y el chiste fácil de su cruda realidad.