CELSO GIMÉNEZ/VIOLETA GIL/LA TRISTURA
UN RENACER DEL TEATRO TRAS FUTURE LOVERS.
UN HOMENAJE AL MUNDO “INVISIBLE DEL TEATRO” SIN EL QUE NO TENDRÍA LUGAR EL ACTO ESCÉNICO.
UNA PRODUCCIÓN CONCEBIDA ANTES DEL CONFINAMIENTO PERO QUE PARECE HABER SIDO ESCRITA DESPUÉS.
Renacer: podría ser el signo de este nuevo tiempo. Después del encierro, la vuelta a la vida. De eso va precisamente el nuevo espectáculo de la compañía La Tristura, Renacimiento que fue gestado antes de que estallara la pandemia, pero parece que acabaran de pensarlo. Sería casualidad, pero no podría haber mejor montaje para marcar su regreso a los escenarios: no solo por su temática sino también por el gusto que da ver abrazándose y tocándose a tanta gente sobre las tablas, nada menos que veinticinco, la mayoría bastante jóvenes y de alegría contagiosa.
El espectáculo comienza, de hecho, con una de las frases más famosas de Shakespeare: Mi reino por un caballo. Es lo último que dice el rey Ricardo III antes de morir en la batalla de Bosworth en el año 1485 y que marcó el final de la Edad Media en Inglaterra para dar paso al Renacimiento. El comienzo de una nueva era para la humanidad. Cuando termina la escena, suenan aplausos y nos damos cuenta de que no estamos asistiendo a la representación de la obra de Shakespeare, sino a la de otra que transcurre en el año 2020 y cuyos protagonistas son los técnicos que trabajan en un teatro y que tienen que desmontar la escenografía de la función, todos ellos nacidos en los ochenta, a la par que la democracia española.
La obra establece así una triple analogía entre el Renacimiento como etapa histórica y cultural que puso fin a la oscura Edad Media, el desmontaje de la escenografía teatral para dar paso a la siguiente y la llegada de la democracia a España tras cuarenta años de dictadura.
Son analogías que quedan subrayadas tanto con proyecciones de textos poéticos que recuerdan momentos clave de la historia reciente de España, como en las conversaciones que se suceden entre los técnicos que protagonizan la obra. Mientras desmontan el escenario, se cuentan entre ellos anécdotas familiares, amores y desamores, recuerdos de infancia y problemas laborales en los que subyace a menudo la gran cuestión que guía todo el espectáculo: ¿cuánto se ha perdido de aquel impulso inicial y puro que llevó a la democracia a este país? Y otra: ¿es el momento, quizá, de un nuevo renacimiento?
Con estas mimbres, la compañía La Tristura nos presenta una obra sobre la construcción de nuestra democracia y la naturaleza de lo colectivo.