Con Antonio de la Torre, María Morales y Juan Carlos Villanueva, dirigida por Manuel Martín Cuenca.
1984, la historia se desarrolla en el bar de un hotel llamado “Roma” situado en la ciudad de Turín. Un hombre de unos 30 años llamado CLAUDE habla por teléfono. Por su conversación, nerviosa, irritada incluso, nos enteramos de que se trata de un periodista francés. Nada más colgar el teléfono de entre las sombras surge un hombre menudo. Es PRIMO LEVI, escritor, químico de profesión, y superviviente del Campo de Exterminio de Auschwitz. Levi acude como “testigo” a una entrevista que Claude va a mantener con MAURICE ROSSEL, de nacionalidad suiza, antiguo miembro de la Cruz Roja Internacional durante los años en los que transcurrió la Segunda Guerra Mundial. Por puro azar, Rossel logró “colarse” en Auschwitz y hablar con el comandante del Campo.
La experiencia de ambos hombres es diametralmente opuesta. Uno tuvo el privilegio de poder moverse con cierta libertad, Levi, en cambio, vivió todo lo contrario: una de las situaciones más extremas y destructoras del ser humano que hayan existido jamás en nuestra Historia. La situación va cambiando poco a poco. Las preguntas de Claude comienzan a tener un cierto tono acusatorio. El periodista francés está perfectamente informado de todos los movimientos de Rossel en el Campo de Exterminio. Y el suizo da la impresión de banalizar una experiencia única. Claude irá “acorralando” con sus minuciosas preguntas y aclaraciones al colaborador de La Cruz Roja, quien parece no haberse enterado de mucho en sus visitas, bien intencionadas pero vacías de resultados y contenido. Ambos hombres entran en un epílogo sorpresa en el cual Levi, con su lucidez habitual, sienta las bases de una decencia moral ausente de nuestra conducta habitual. No es un moralista, solo un narrador.