UNA HISTORIA KABULI EN ANDALUCÍA.
Adaptación de Jesús García Amezcua que respeta el texto original, YERMA, de Federico García Lorca, pero que lo traslada de la Andalucía profunda al Japón feudal, demostrando la universalidad del texto del dramaturgo granadino, así como la ancestralidad, y perdurabilidad de los temas que se tratan en la obra. Los temas tratados podrían dramatizarse en China, Alemania, o en una nave espacial, pero se ha elegido Japón por la sintonía y hermanamiento en las músicas y ritmos del flamenco con los que convivió Lorca y que más tarde tan buena aceptación tuvieron en aquellas tierras. Yerma, una historia kabuki andaluza, fusiona el espíritu andaluz con el nipón, homenajeando ambas culturas desde el sentimiento más profundo y arraigado, recordando como el poeta, que el sino es inherente al ser humano y ese destino no pertenece a ninguna cultura o lugar en particular, si no al ser humano, en sí.
Juan y Yerma contraen matrimonio, pero después de muchos intentos no pueden tener hijos, esto lleva a una situación de angustia entre la pareja y de rumores en el entorno social. Poco a poco la situación se va haciendo más insostenible, intentando Yerma quedarse por todos los medios embarazada, levándola a un estado obsesivo-compulsivo.
En esta adaptación Jesús G. Amezcua, además de trasladar la acción al Japón feudal, incluye una línea musical a través de ritmos de percusión ancestrales, el tambor dirige los ritmos, las canciones y poemas del autor se equilibran en los compases pentatónicos, la danza butu abre y cierra la obra en esa lucha continua del ser humano entre la vida y la muerte, las coreografías homenajean la cultura nipona si querer imitarlas y sin dejar a un lado la cultura andaluza.
Por otro lado, se trabajan aspectos del teatro kabuki y la escena griega, siendo los actores varios personajes. La utilización de las máscaras es fundamental, tanto por su simbología como por la fuente de desarrollo de la obra. Las máscaras y los ritmos sonoros nos muestran la pérdida de la identidad de las personas, la masa como máscara, los coros en off y en escena interpelan al espectador para que se pregunten cuánta culpa tiene cada uno en el conjunto social, en la dirección que toma el destino personal de cada uno.