Yo, Mimo es, en sí, un homenaje a los maestros del arte del silencio, con historias
visuales a modo de mosaico, los conflictos aparecen realizando un recorrido desde la pantomima cómica a la dramática, buscando en todo momento la estética de la técnica clásica, como eje predominante a la hora de desarrollar la partitura gestual. Su exclusivo dominio del gesto como lenguaje es capaz de conseguir hacer visible lo invisible e invisible lo visible, una propuesta emocionante para dejarse llevar, explorar y descubrir sensaciones.