En Borgoña hay abadías que rozan el cielo, canales en los que sentirse capitán de barco por unos días, mil caminos para recorrer andando o en bicicleta, castillos misteriosos, ciudades llenas de vida, excelente gastronomía y, por supuesto, algunos de los mejores vinos del mundo. Los lugares donde se producen y su tradición vinícola, acaban de ser reconocidos, junto a las tierras de Champagne, Patrimonio de la Humanidad con el sugerente nombre de "Paisaje cultural evolutivo vivo".