La alquimia en Sevilla tuvo un papel destacado durante la Edad Media y el Renacimiento, cuando la ciudad era un importante centro de comercio y cultura. Los alquimistas, que buscaban la transmutación de metales en oro y el elixir de la vida, encontraron en Sevilla un ambiente propicio para su desarrollo. La ciudad, influenciada por la convivencia de culturas cristiana, judía y musulmana, se convirtió en un lugar de intercambio de conocimientos esotéricos. Se dice que algunas familias sevillanas practicaban la alquimia en secreto, experimentando con fórmulas y rituales, y que sus prácticas influyeron en la arquitectura y los misterios que aún rodean a algunos edificios históricos de Sevilla. La alquimia, en este contexto, no solo era una búsqueda científica, sino también espiritual, en busca de la perfección del alma.