La visita a este enclave pretende dar a conocer espacios, a veces muy desconocido por el ciudadano de a pie, pero fundamentales para comprender la historia de la ciudad y la cultura a la que pertenecemos.

Una visita muy especial a uno de los conventos más impresionantes y desconocidos de la ciudad de Sevilla. Visitamos el interior del convento para sorprendernos con uno de los mejores ejemplos de arquitecura mudéjar y renacentistas de la ciudad, y con grandes obras de arte guardadas durante siglos en su clausura. Un convento fundado en el año 1.475, por doña Juana de Santillán y Guzmán al quedarse viuda, que se ha convertido en un referente dentro del Patrimonio histórico-artístico de la ciudad con el paso del tiempo. Fue declarado Monumento Histórico en 1.931, con la Segunda República, es el primer convento de clausura con su propio museo desde 1.976, un lugar donde, a través de numerosas piezas artísticas podemos ser testigos de la evolución del arte a lo largo de siglos. Las piezas están expuestas en tres salas destinadas a tal fin, siendo con anterioridad diferentes e importantes estancias del convento. Su iglesia y bajo coro son otros de los lugares donde se pueden contemplar obras de singular importancia, sin olvidar sus patios y fachadas, que nos hablan de la evolución histórica, no solo del convento, sino también de la ciudad de Sevilla, ya que está queda reflejada en sus muros. En su interior podemos encontrar piezas muy diversas: esculturas, pinturas, retablos, relicarios, casullas, etc. Obras realizadas por artistas también singulares, como: Alonso Cano, Martínez Montañés, Alonso Vázquez, Domingo Martínez, Niculoso Pisano, Felipe Ribas, incluso el taller de los Della Robbia, entre otros muchos, que a lo largo de la historia han dejado su impronta en este convento. Convento que por otro lado, nos permite conocer de cerca esta congregación y a la orden de los jerónimos a la que pertenece, sus reglas, costumbres y vida cotidiana. Sin olvidar la figura de Santa Paula, nacida en el año 347, queda viuda con tan solo 33 años, en ese momento decide cambiar su vida, pasando a vivir en la más absoluta de las austeridades. En Roma conoce a San Jerónimo, con él peregrina por diferentes países de la zona oriental del Mediterráneo, se asientan finalmente en Belén donde dirige los tres conventos que para mujeres funda San Jerónimo en ese momento.