LAS COSAS QUE TE HACE PENSAR EL ARTE
CAPÍTULO VI. DE CERVANTES Y LA POESÍA, DEL PARNASO A LA TRIBUNA.
Por
Ceres Adriana García-Baquero Velasco
Post #7

«Prólogo al lector

Si por ventura, lector curioso, eres poeta y llegare a tus manos (aunque pecadoras) este Viaje; si te hallares en él escrito y notado entre los buenos poetas, da gracias a Apolo por la merced que te hizo; y si no te hallares, también se las puedes dar. Y Dios te guarde.»

Miguel de Cervantes y Saavedra,

Viaje al Parnaso, 1614

 

Terminó la Semana Santa, y comenzamos en un lunes de Pascua, la celebrada 'Semana Cervantina' en connivencia con la ‘llamada a las Urnas’. Esta semana de las letras, que vivió su punto álgido con la entrega del ‘Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes’, doblemente celebrada cada 23 de abril en algunas regiones como Cataluña o Aragón y ciudades como Alcoy (Valencia) o Cáceres (Extremadura) por coincidir con la Fiesta de su santo patrón, tuvo a bien instaurarse como fiesta nacional dedicada al Libro, por Real Decreto, concretamente aquel que aprobase allá en 1926, el que fue rey, Alfonso XIII.

Parece ser que, en un principio, se eligió el 7 de octubre como ‘Día Nacional del Libro’ por ser la fecha en la que se situaba el nacimiento del maestro Cervantes, conmemorándose todos los años el día del alumbramiento de esta gran figura de la literatura castellana junto a esta fiesta dedicada al Libro Español a pesar de que no se sabía ‘a ciencia cierta’ la fecha exacta de su nacimiento.

Pero, por qué acabó celebrándose cada 23 de abril y así haciéndose coincidir con la fiesta de San Jorge. Pues al igual que en esta primera idea de celebrar un Día del Libro, mucho tuvieron que ver los hombres de negocio de la Cataluña de principios del siglo pasado, más aún influirán en este cambio oportuno al sector editorial, su coherente amor a las letras.

Y es que corría el año 1923 y un escritor valenciano afincado en Barcelona como empresario por haber fundado, ocho años antes, la Editorial Cervantes y miembro de la Cámara del Libro de Barcelona, había propuesto declarar un Día del Libro Español, «Dedicar un día de cada año a celebrar la Fiesta del Libro Español» como así se recoge en la Memoria de esta institución, considerando que «Este simpático proyecto» debía pasar a estudio de la correspondiente ponencia, quedando «pendiente de examen.»

Luego, en 1925, llegaría un Comité del Libro, patrocinado por el Ministerio de Trabajo Eduardo Aunós, que tuvo su origen en la Cámara del Libro de Barcelona (fundada en 1918) y la Cámara del Libro de Madrid fundidas en una por Decreto de este.

Posteriormente, un 25 de febrero de 1925, en Junta de la Cámara, Vicente Clavel Andrés, el editor valenciano amante de Cervantes y que una vez quiso ser escritor, reitera su propuesta a dicha Cámara, de crear un Dia del Libro, ‘entregando su capote al más veterano’, al ilustre catalán don Eduardo Aunós, que por aquellos entonces era el Ministro de Trabajo. Este, que ‘da la alternativa’ y tal como diría en su momento Don José María de Cossío y Martínez Fortún, «lo relevante no es la plaza donde se alterna por primera vez, sino el hecho de alternar con matadores de toros» (vallisoletano nacido en 1892 que fallece en 1977, académico de la Real Academia española y autor de la afamada enciclopedia taurina ‘Los Toros. Tratado técnico e histórico’), después de un sabido ejercicio de retórica y persuasión, pone a la firma de S.M. el rey el ansiado Real Decreto, un 6 de febrero de 1926, que tuvo a bien a celebrar cada 7 de octubre el Día del Libro.

Pues bien, ante las críticas por la estación poco conveniente al sentido festero y por las serias dudas sobre la verdadera fecha que vio nacer a Don Miguel de Cervantes y Saavedra, se consideró más favorable a actividades lúdicas callejeras y a feriantes, a instancias de los libreros y editores catalanes, trasladar esta efeméride literaria del natalicio celebre, al día de su fallecimiento fijando ‘El día del Libro’ para cada 23 de abril.

Con esta regia decisión se favorecía el consumo de las letras en una fiesta ya instaurada y con enorme calado en las costumbres populares, la Fiesta de Sant Jordi, en la que, al mismo tiempo, se aprovechaba para celebrar la ‘Feria de las Flores’ por considerarse la Fiesta de Sant Jordi, la fiesta del amor apasionado. Posteriormente, en 1995, la UNESCO fijaría el día 23 de abril de cada año, como ‘El Día Mundial del Libro’.

Tenemos que remontarnos ahora al siglo XV, cuando Sant Jordi pasa a ser el patrón de Cataluña, y por tanto, a celebrarse como el día de los enamorados regalando una rosa a las mujeres costumbre que incluso se remonta a tiempos aún más antiguos, tiempos de la Edad Media, tiempo de historias de caballería.

Pues bien, cuenta la leyenda de aquel caballero valiente que venció al dragón atravesándolo con su espada, de cuyo cuerpo brotaron rosas rojas, que tomó una de estas para ofrecerla a su princesa. No es de extrañar por ello, que sea también un día para celebrar este hermoso vínculo fortalecido por el amor conyugal.

Así pasó a ser costumbre obsequiar a las mujeres con una rosa y una espiga, símbolo de fertilidad, a la que, con la inclusión de la 'Fiesta del Libro', se incluyó la costumbre de regalar a los hombres un ejemplar adquirido en las Ferias dispuestas a tal efecto.

Las calles, por estos días, se convierten en un convulso revoltillo de amor, rosas, libros y como no, leyendas de caballería, dragones y princesas.

Se celebraría el legado del maestro Cervantes coincidiendo con otros dos grandes literatos, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega, aunque en rigor, ninguno de los dos primeros (Cervantes y Shakespeare) murió este día, ya que parece ser que Miguel de Cervantes falleció un día antes, aunque eso sí, fue enterrado un 23 de abril; y por su parte, William Shakespeare murió un 23 de abril, pero del calendario juliano por lo que en realidad fue un 3 de mayo. El que sí falleció un 23 de abril fue Garcilaso quién en su Soneto XI, recitaría,

«Hermosas ninfas, que en el río metidas

de relucientes piedras fabricadas

y en columnas de vidrio sostenidas …»

 

Y es que este año, el Premio Cervantes ha sido otorgado a una poetiza que lleva por nombre el de una ninfa enérgica, Ida Vitale, así que no pude evitar recordar esta obra de Cervantes, 'Viaje al Parnaso', donde con su característico ingenio este espíritu de hidalgo caballero, nos plantea de continuo una duda razonable sobre la intención o certeza de sus versos que parecen relatar las aventuras y desventuras de un poeta extraviado.

Parece ser que, sin ser esta obra «ortodoxamente autobiográfica, ya que el argumento principal es una fantástica ficción satírico-burlesca y metaliteraria», según el cervantista Jean Canavaggio, (mencionado por Elias L. Rivers en Viaje del Parnaso: Una Posible Introducción, 1989), será el propio Miguel de Cervantes quién en primera persona relate un viaje quijotesco de Madrid a Valencia, que , y ayudado de un tal Mercurio, tendrá por objeto reclutar a los mejores poetas españoles con la misión de librar una batalla literaria contra los poetastros mediocres en el 'Monte Parnaso', morada de Apolo y las Musas.

Este viaje, no exento de peligros y desdichas, atravesando el turbulento estrecho de Mesina, requerirá encuentros con deidades no siempre benévolas, aunque culminará con una sed saciada en las aguas de la fuente de Castalia y un recibimiento por el propio Apolo como anfitrión, dios de las artes, de la poesía, que les dará el triunfo final a los buenos. Finalmente despiertan de este viaje alegórico a la patria simbólica de los poetas y las poetisas.

Aun hoy existe este monte mitológico y en su ladera se alza una los restos de una población que lleva por nombre el que sería en tiempos de Poseidón, el Oráculo más famoso de su tiempo, el 'Oráculo de Delfos''. También, en sus faldas encontramos el afamado 'Templo de Apolo', o lo que queda de él.

Los pueblos que hoy habitan esta montaña cultivan la vid y fermentan leche de oveja, y acorde con los tiempos que corren, mis entrañas impedirán que pueda degustar algunos de sus manjares por padecimientos propios de estos tiempos de intolerancias.

Y yo, que también soy amante de las historias de caballería, me quedo con la sana costumbre de regalar un libro a personas queridas, y como no podía ser de otro modo, la obra elegida ha sido ‘De Plantas y Animales’, ese tributo personal que ha querido hacer a la naturaleza la poetisa uruguaya distinguida este año con El Premio Cervantes.

Es la cuarta mujer galardonada en la historia de este premio, la que ya hace tiempo empezó a formar parte del elenco de artistas de la poesía, de las que figurarán en la historia universal de la literatura, aquella que lleva por nombre de pila el de una Ninfa, Ida Vitale, «y no por el azar o un orden regido por una mágica fusión de benévolos caprichos», como la mujer, tendría bien expresarse en su discurso para referirse con humildad al fenómeno de haber sido ‘señalada’ merecedora del honor, sino por mi voluntad propia, al menos eso creo.

Y, sin embargo, su papel no es de ninfa sino de poeta que tal como se representa en el óleo El Parnaso de Nicolas Poussin, pintura con la que acompaño estas letras, ha bebido el néctar de los dioses ofrecido por Apolo y ha sido coronada de laurel por Calíope, la que era musa de la poesía épica.

No es casualidad que Poussin inspirado por su amistad con el poeta Giambattista Marino viajase desde Normandía a la península Itálica, fijando su residencia en la ciudad eterna, en Roma hasta que en 1665 se sumergiese en el sueño eterno.

Porque el verdadero arte, así como la buena poesía, no pueden surgir de la nada por lo que este artista filósofo llamado Nicolas Poussin, siempre buscó en las fuentes de la Italia más intelectual retroalimentar «su intelectualizada estética de un pintor revitalizando sus experiencias por medio del color» (Luna, J. J.: De Tiziano a Goya. Grandes maestros del Museo del Prado, National Art Museum of China-Shanghai Museum, 2007, pp. 300-301). Y así se afanaba por dotar a su arte de contenido moral, en cuyas composiciones nada estaba colocado al azar, sino que más bien todo estaba pensado al mínimo detalle.

Acabó la Semana Cervantina, y comenzamos otra nueva, después de un domingo de ‘llamada a las Urnas’ que tuvo como fin de fiesta la alternancia en la tribuna. Así también, el poeta, la poeta, como artista que construye mundos con palabras recrea pensamientos que van más allá del pensamiento, burla a la muerte eterna y su cabeza es laureada después de ser tocada por los dioses.

Claro que hablamos de la buena poesía, de esa de la que hablase Cervantes en su ‘Viaje al Parnaso’, porque si no es buena es que se trata de otra cosa bien distinta, y entonces más que burlar a la muerte acabará en el olvido eterno por ser cosa del tiempo que todo lo pone en su justo lugar, o al menos eso es lo esperable, y más si fuese el caso de que se tratasen de palabras vacías, huecas de contenido.

Y así divagando, pasando por Cervantes a la Poesía, del Parnaso a la Tribuna. En fin, las cosas que te hace pensar el arte.

«I Recursos.

El sobresalto fuera del poema y dentro del poema,

apenas aire contenido.

Leer y releer una frase, una palabra, un rostro. Los rostros, sobre todo.

Repasar, pesar bien lo que callan.

Como no estás a salvo de nada, intenta ser tú mismo la salvación de algo.

Caminar despacio, a ver si, tentado el tiempo, hace lo mismo.»

Ida Vitale,

Poesía reunida, 2016.

 

IMAGEN: El Parnaso de Nicolas Poussin, 1630 - 1631. Óleo sobre lienzo, 145 x 197 cm. Museo Nacional del Prado.


Por Ceres Adriana García-Baquero Velasco.

Pedagoga, Lda. en Ciencias de la Educación (Universidad de Sevilla), Gda. en Bellas Artes y postgraduada en Historia del Arte.

Experta en Gestión del Patrimonio y la cultura (Universidad de Sevilla).

Docente, artista visual redactora de contenidos en diversos medios de divulgación científica y cultural.


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Imagen:  ilustración de Ceres Adriana García-Baquero Velasco, 2015

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