CINCUENTA AÑOS ES MUCHO
(50 ANIVERSARIO DEL CRIMEN DE LOS GALINDOS)
Cincuenta años es mucho. Lo que media entre mis catorce años, cuando en mi querido pueblo de la campiña sevillana, Paradas, un tórrido 22 de julio de 1975, en el último coletazo de la dictadura franquista, asesinaron a cinco personas en el cortijo Los Galindos. Lo recuerdo nítidamente. Cada triste aniversario, durante unos días se me nubla la alegría por el dolor producido por este brutal quíntuple crimen. Por la desazón por el eco funesto y a menudo, como entonces, sensacionalista y macabro, sin aportar apenas nada, que se repite en los medios de comunicación. Este año con más empeño al cumplirse el cincuenta aniversario y tras la serie, de poca calidad, por cierto, y los documentales que nos invadieron hace pocos años.
Tengo que decir que las tragedias, si no tienen cara próxima, no lo son tanto. Así somos los humanos. Si no, miren las noticias. En este caso, para mí, que soy del pueblo y recuerdo bien aquel día, este hecho dantesco tiene las caras de mis paisanos, pero sobre todo una muy presente. Es la de Asunción, esposa de José el tractorista, ambos golpeados y quemados ese día. Asunción era mi vecina, una casa por medio. Una vecina muy querida, que, junto a su hermana Ovidia, me contaba cuentos y adivinanzas cuando era un niño. Sobre todo en verano, cuando los vecinos nos sentábamos con las sillas en la puerta a tomar el fresco. Su madre se llevaba muy bien con la mía y su padre se dedicaba a llevar el pan cada día a El Palomar, aldea próxima a Paradas. Lo hacía en un carro que a menudo aparcaba en la calle la Laguna, mi calle y la de Asunción.
Por ello, para mí el crimen de los Galindos tiene una cara que me impacta especialmente, y cada año me cuesta mirar las fotografías en los medios, pero hay que leer y ver lo que sale para estar informado y, en su caso, como hago ahora, volver a reclamar la inocencia de todos. Fuimos víctimas, no verdugos. No obstante, reconozco que el último libro aparecido no he podido leerlo aún, así como tampoco he tenido ánimo para ver todos los documentales. Me afecta y tengo que escoger el momento oportuno.
Como saben los paradeños y el resto del mundo ya, por suerte, Paradas se ha quitado ese estigma, logrando darse a conocer por otras cosas, muy positivas. Aparte de lo que ya teníamos, como el cuadro de la Magdalena del Greco, nada más y nada menos, en el archivo parroquial, o su bella iglesia, o el cante de Miguel Vargas, en los últimos años cada vez que voy al pueblo lo encuentro más hermoso y lleno de luz, la que nos quitó aquel horroroso crimen.
Luz que se nota en las calles, con viviendas renovadas, y mucha luz en las numerosas actividades culturales, económicas, religiosas y deportivas que hay durante todo el año, un modelo para los pueblos de la comarca: la Semana de Actividades flamencas, quizá la mejor desde hace años en su ámbito; conferencias de diversos temas; mil actividades deportivas; el nuevo sendero de Monte Palacio para amantes del campo y el senderismo; nuevas voces literarias que se unen a las de las ya maduras; empresas que destacan los medios como las de Saladitos Barrera o la reciente de pistachos “El Palomar” de Álvaro Lumbreras, cuyo padre fue mi maestro en la infancia; o, no digamos, la ya turística casa nazarí de la calle Larga; y, aunque ya no vivo allí desde hace muchos años, a través de las redes, Facebook en mi caso, veo toda esta efervescencia con alegría y admiración. Actividades que han dado mucha luz a mi pueblo, que oscurecido y ennegrecido y embarrado y enlutado fue por este crimen que hoy, 22 de julio, una vez más, como una noria fatídica, repiten los medios.
Así, desde lo vivido, recreado en un texto, lo recuerdo todo en el capítulo “Quíntuple crimen” de mi próximo libro Antes del porvenir, de recuerdos de esos años de niñez y primera juventud en mi pueblo, que espero ver pronto editado. Ojalá nunca hubiera tenido que escribirlo, pero lo hago para alivio del dolor de todos mis paisanos y del propio y para reivindicar que haya justicia, aún, sí, aún, y decir bien alto que aquel día, con su espeso miedo, su abundante e injusta muerte múltiple, dantesca, y su posterior desastre de investigación policial y judicial, nunca debió haber transcurrido así.
Fotos: Algunos aspectos actuales de Paradas, tomados sobre todo de la página de Facebook del ayuntamiento. Eso sí, la de la fuente es antigua, de mi niñez, la tengo en postal y, casualmente, la han usado para el cartel del encuentro de escritores. Agradecido. Para las de los crímenes, ya están las de los medios.
QUÍNTUPLE CRIMEN
Recuerdo como si fuera hoy que, con catorce años recién cumplidos, sufrí el espanto del quíntuple crimen de los Galindos, un cortijo cerca del pueblo. Una de las personas asesinadas era Asunción, mi vecina, una casa por medio. Ella y su hermana Ovidia me contaban cuentos y adivinanzas que endulzaron mi niñez en las cálidas noches de verano en que los vecinos se sentaban en las puertas buscando el alivio de la brisa y de la conversación.
El destino hizo que de este hecho tan negro e imprevisto quedara en el aire una atroz incógnita: ¿Qué pasó realmente ese día? Todavía lo recuerdan las noticias como un crimen perfecto en tristes aniversarios. Recuerdo que esa noche mi padre y mi hermano no durmieron en el patio y se cerraron todas las puertas. Era la espesura del miedo, la maldición de la sangre, el silencio de los muertos sin justicia.