Literatura
Entrevista a Julieta París, autora del libro El poder de la mujer despierta
Por
Redacción
Post #413

«Una mujer despierta es la mujer que recuerda que tiene siempre la capacidad de crear, recrear y transformar las experiencias de su vida»

Explícanos, ¿qué es ser una mujer despierta?
Una Mujer Despierta es aquella mujer que vive con “los ojos abiertos”, atenta a lo que sucede mientras sucede; es aquella mujer que entiende que tiene que ver con aquello que le sucede, porque somos protagonistas activas de aquello que nos pasa, y no «víctimas» pasivas. Es la mujer que recuerda que tiene siempre la capacidad de crear, recrear y transformar las experiencias de su vida. Es la mujer que ha vuelto a la vida, pero no por haber muerto, sino porque no había vivido antes. Vivir despiertas es vivir siendo conscientes de nuestras decisiones, de nuestros conflictos, de lo que hacemos bien o mal. Vivir despierta es, en definitiva, llenar la vida de vida.

¿Las personas tenemos tendencia a querer seguir estando dormidas?
Es cierto que muchas personas parecen «anestesiadas», o sedadas, como si vivieran la vida activamente cuando en realidad no se plantean nada sobre el porqué hacen las cosas o cómo las hacen, o tan siquiera qué es lo que sienten realmente, ni lo que realmente les gustaría hacer. Las personas «vivimos dormidas» hasta que despertamos, porque una vez hemos despertado, no podemos arriesgarnos a dejar de vivir con atención y consciencia. Es cierto que despertar no siempre es fácil y a veces la ignorancia a la realidad, que implica vivir dormidas, puede ser muy atractiva. Preguntarnos, en algunos momentos, si la vida que tengo es la que querría o me gustaría, si me gusta mi presente o si me ilusiona mi futuro, pueden ser preguntas insostenibles cuando la respuesta es no. A mi parecer, existe demasiada resignación a nuestro alrededor. La vida es el baile del asombro y la fascinación, y cuando hemos tomado conciencia de ello ya no podemos volver a vivir con los ojos cerrados. ¿Quién querría volver a la ceguera después de haber recuperado la vista?, por ejemplo. Es cierto que, en algunas ocasiones, ser consciente de todo lo que nos rodea puede llegar a ser doloroso, pero la vida duele no por sí misma, sino en la medida de los recursos que tenemos para enfrentarnos o desenvolvernos por ella, y sin duda, la consciencia, la atención y el asombro, nos mantienen despiertas y protegidas.

En el libro estableces la comparación entre la vida y una partida del Juego de la Oca. ¿En qué consiste?
Me parece una metáfora preciosa, pero por encima de todo, inevitable, y que está muchísimo más integrada en nuestra psique de lo que a priori pensamos. Cuanta gente — sin ser consciente de la analogía — expresa su desencanto diciendo «No muevo ficha» o su indefensión diciendo «He vuelto a la casilla de salida». En realidad, el Juego de la Oca es un juego muy, pero que muy profundo, plagado de un simbolismo indiscutible que es, en realidad, un mapa de la existencia que contiene mucha más información de la que pueda parecer. El laberinto, el pozo, los puentes, la posada, y por supuesto la muerte, son arquetipos indiscutibles de todo lo inevitable que tarde o temprano aparece en nuestro camino. Además, al Juego de la Oca, jugamos con los dados, y los dados son puro azar. No responden a una estrategia planificada tanto como al azar. La palabra azar viene del árabe zahr, que a su vez significa dado. Poco más que añadir, me parece.
«El Juego de la Oca es un juego muy profundo, plagado de un simbolismo indiscutible que es, en realidad, un mapa de la existencia que contiene mucha más información de la que pueda parecer»

Comentas en tu ensayo que existen muchos tipos de duelo. Aparte del duelo de la muerte, ¿qué otros duelos a priori minoritarios nos afectan?
Toda pérdida entraña un duelo, así que cualquier cambio vital, nos asoma al abismo del duelo. De hecho, en algún momento escribo que la vida es una sucesión de micro duelos, de pérdidas no trascendentes, pero sí importantes. Una separación es un duelo, pero una discusión con una íntima amiga también. Dejar mi ciudad de origen, mi país, aunque sea por un motivo loable o una causa mayor, también entraña un duelo. En definitiva, todo aquello que entrañe una pérdida —del tipo que sea — nos lleva a la travesía del duelo. Algunos duelos serán sencillos de transitar (conviene recordar que los duelos no se evitan, que los duelos se atraviesan) pero otros nos dejarán muy dañadas por mucho tiempo. En algunos casos, el propio paso del tiempo será la mejor medicina. En otros, será necesario la guía de un psicoterapeuta para no correr el riesgo de perdernos por el camino del dolor.

¿Consideras que los seres humanos dedicamos suficiente tiempo a atendernos a nosotros mismos?
Los seres humanos nos miramos mucho, pero no nos vemos. Cuidamos lo aparente, pero muchas veces descuidamos lo profundo… y nos damos cuenta de las «goteras interiores» cuando ya ha comenzado a inundarse el alma. Estamos muy pendientes de mantener nuestro teléfono con el nivel necesario de batería para aguantar la jornada, pero ignoramos nuestro propio nivel de energía o fuerza. Diría que nos atendemos a nosotros mismos, cuando es un poco tarde, o cuando ya ha pasado algo. En el libro propongo, precisamente, que aprendamos a mirarnos antes de ese momento, antes de que sea tarde o de que pase algo. Si sabemos que lo inevitable es cuestión de tiempo, mejor estar preparados antes.
En relación con nuestras emociones, ¿consideras que reaccionamos de forma desproporcionada?, ¿por qué?
Diría que por lo general, y especialmente hasta que despertamos en el sentido de despertar que trato de plasmar en el libro, sí que tendemos a reaccionar de forma desproporcionada a las cosas que nos ocurren, porque, en realidad, no creo que por lo general reaccionemos a lo que nos pasa, sino a todo aquello que se nos mueve a partir de lo que nos sucede. Por ejemplo: una mujer extraordinaria, fuerte e independiente que reacciona de una manera desproporcionada a un ghosting, hundiéndose sobre manera en un pozo de absoluta negatividad. Alguien que ha conocido recientemente, con quien está empezando a quedar, desaparece de la noche a la mañana, y nuestra protagonista, una mujer fuerte, autónoma e independiente, se hunde en la miseria y en la duda. Más allá de que el ghosting (y sus derivados) es puro terrorismo emocional, nuestra mujer no está reaccionando a que un hombre que no tiene responsabilidad emocional no esté a su altura, sino que está reaccionando a una herida de abandono, de desvalorización que tenía dormida y que este «acontecimiento», en principio simple, ha venido a despertar y reordenar. Tomar conciencia de esto (y para ello dedico un interesante ejercicio en el libro), nos permite separar qué parte de una reacción personal en el momento presente, o en el pasado, no terminé de comprender, ni mucho menos de solucionar.

Háblanos del sentimiento de culpa, ¿cómo podemos trabajarlo?
La culpa es una emoción profunda, que como todas las emociones, tiene una importante función adaptativa, y en el caso de la culpa, es la reparación. El problema no es sentir culpa, de hecho, puede ser necesario para reparar o arreglar algo, sino sentirla por todo o sentirla por algo que no hicimos con mala intención. Como matizo en el libro, hacer las cosas mal, no es lo mismo que no hacerlas bien. Nos enfrentamos a lo inexplorado del futuro con las herramientas del pasado, así que es más que probable que algunas veces fallemos. Por eso, en el libro hablo de la culpa, pero también de la vergüenza, y de lo diferente que es hacer las cosas fallando (sin querer) o hacerlas mal (con mala intención).

¿Qué impacto tiene la maternidad en la vida de una mujer?, ¿existen las malas madres?
La maternidad es una importante invitación a despertar, porque es el rito de paso por excelencia en la vida de una mujer. Parir es lo más heroico que vamos a hacer jamás, y tenemos que llegar a este momento despiertas. Porque «madres despiertas, tendrán hijas e hijos despiertos». La maternidad no es imprescindible, (lo es como sociedad, pero a nivel individual cada mujer debe decidir) y a ella tenemos que llegar con conciencia y desde la elección (y no porque toca, porque es el momento o porque tengo x años….). No obstante, si una mujer decide no ser madre, deberá también pensar sobre esto en algún momento y revisar la relación con la maternidad. Defiendo que, la maternidad, es un traje a medida. No hay dos maternidades iguales, incluso aunque se trate de la misma mujer, porque una mujer no es dos veces la misma madre. Y sí, existen las malas madres, porque a ser madre aprendemos siendo hijas, y nos enfrentamos a la maternidad, con lo que sabemos que en muchas ocasiones no es mucho. Pero no son las malas madres las que me preocupan, porque todas lo somos un poquito, si no las «madres malas», que es una categoría incompatible con vivir despiertas. Con esta nomenclatura me refiero a la categoría de mujeres con trastornos de personalidad o en condiciones psíquicas incompatibles con una crianza amorosa y atenta. Es un tabú, pero existen madres con enfermedades mentales, y las hijas de estas mujeres necesitan que hablemos de ello, porque la frase «Es tu madre» o «Cuando seas madre lo entenderás», les ha hecho mucho daño. «Parir es lo más heroico que vamos a hacer jamás, y tenemos que llegar a este momento despiertas. Porque «madres despiertas, tendrán hijas e hijos despiertos» 

Explicas en el libro que la soledad nos obliga a sostener la mirada, ¿a qué te refieres?
En definitiva, en el libro sostengo que la mujer despierta se caracteriza porque es agradecida, y especialmente porque sostiene la soledad y la sinceridad. La soledad, tan temida en la sociedad actual, es el lugar donde el silencio se delata, y en él, nuestros fantasmas. Cuando nos quedamos solas no podemos escapar de nosotras mismas, aunque muchas mujeres lo intentan, llenando su vida de ruido (televisión, pódcast, o continuas llamadas en altavoz, etc.). Por eso, quedarnos solas nos obliga, o nos regala la oportunidad, de mirarnos cara a cara. La mujer que sostiene la propia imagen en el espejo, en su intimidad, en su soledad, es una mujer que ha despertado. La soledad es, en definitiva, la prueba del algodón, de la relación que mantenemos con nosotras mismas.

Por último, ¿Qué quieres transmitirle a tus lectores?
Este libro es una invitación a recordar volver a la vida. A volver a la fidelidad, a una misma, o a uno mismo. Es un libro contra la resignación y es un libro lleno de esperanza amable y sencilla. Los verdaderos héroes- las verdaderas heroínas de la aventura, son las que pueden desenvolverse en las demandas de lo cotidiano. Es un libro lleno de confianza en lo que es, asumiendo que la realidad puede llegar a ser muy dolorosa. He escuchado demasiadas veces en consulta que «La vida tiene que ser otra cosa», y esto es lo que, en definitiva, quiero transmitir.
Vengo a recordar que en la vida lo inevitable es cuestión de tiempo (lo bueno, lo menos bueno, y lo malo) y que lo que hoy le está sucediendo a la persona de enfrente (sea un vecino, una amiga, una hermana o un compañero de trabajo) es algo que puede pasarte a ti más adelante. Y quiero que cuando llegue ese momento te sientas con recursos, y que estés con los ojos bien abiertos. La vida va a invitarnos a despertar una y otra vez. En algunas ocasiones serán llamadas muy amables, pero en otras ocasiones (y recuerdo aquí que lo inevitable es cuestión de tiempo) será un despertar más doloroso. Un divorcio, una crisis personal, una pérdida, una enfermedad (propia o cercana), pero también la maternidad (y la no maternidad), la llegada de la menopausia, los vínculos importantes, nos confrontarán con aspectos que, o te reconstruirán, o te romperán. La Mujer Despierta es una mujer atenta, y una mujer que entiende qué hacer con todo aquello que le sucede. Pretendo, por encima de todo, transmitir que cada momento difícil entraña una oportunidad de recuperar los aspectos de nosotras mismas que hemos podido perder a lo largo de la vida.
 

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