La poetisa Lucena Fernández sorprende con la publicación de 19 cartas a Sabina y 500 páginas sin leer. Y una canción desangelada, una deliciosa obra epistolar que todo fan de Joaquín Sabina que se precie no debería perderse
«Mi historia con Joaquín Sabina se acaba el 13 de octubre de 2017 en el Hotel Palafox de Zaragoza, último concierto en España de su gira Lo niego todo, antes de deleitar a sus fans de Latinoamérica. Y allí me encontraba yo, en el hotel, con el corazón caliente y el alma helada…». De esta manera tan visual arranca la presentación de un libro in-dis-pen-sa-ble para todos los amantes del trovador de Úbeda (también apodado «el flaco»), que se cuentan por legión y que no entienden de generaciones.
Pese a lo sugerente del título, este libro no trata de una veintena de poemas de amor y de una canción desesperada, como rimó el gran Pablo Neruda, sino de un tributo al trovador de la voz ronca y el verso preciso, al señor que decidió cantar a las cicatrices de la vida sin más compañía que su guitarra y las musas que siempre le acompañan. No parece apresurado afirmar que nos encontramos ante el libro que todo artista quisiera encontrarse en vida, antes de la visita de la parca. Es el homenaje soñado: un libro que emociona, que provoca melancolías y tiernas sonrisas. Sin estruendo, con elegancia. Tal y como es Joaquín Martínez Sabina.
Las incontables canciones icónicas del homenajeado sirven como pretexto para merodear en torno al sentido de la existencia, a la utilidad del arte y a la necesidad de expresión del ser humano. Con una prosa muy lírica, ligera y alejada de la pedantería, Lucena Fernández firma una obra sensacional, a la altura de las mejores trovas de Sabina, donde estampas inesperadas acaban formando historias imborrables ante el atrevido paso del tiempo. El libro, a caballo entre unas memorias ripiadas y el ensayo existencialista, resulta conmovedor. Es amor y desamor al mismo tiempo. Es una conversación eterna con el cantautor. Es Literatura con mayúsculas, capaz de alcanzar la amenidad profunda, ese escurridizo hallazgo soñado por todo autor.
Tal y como proclamase Campoamor y recuerda la autora, «Esta carta que es feliz pues va a buscaros, cuenta os dará de la memoria mía».