Esta segunda novela de la autora mexicana revela una nueva dimensión en su escritura, y confirma su capacidad para genera atmósferas llenas de enigmas y sutiles guiños en los que cada gesto está cargado de sentido. Con una destreza que muestra el dominio del lenguaje y una estructura atrevida y desfachatada, Luiselli retrata, a veces con humor, otras con ternura, y unas más de manera despiadada, eso que llamamos “condición humana”, al hacer confluir en sus personajes el peso de la historia con ese motor cotidiano que es el anhelo. Se narra la historia de Gustavo Sánchez Sánchez, apodado Carretera, el mejor cantador de subastas del mundo. Además de saber imitar a Janis Joplin, de ser capaz de poner en equilibrio un huevo de gallina en una mesa, o de saber contar hasta ocho en japonés, en su fulgurante trayectoria como cantador de subastas aparece como inventor del revolucionario Método de las alegóricas, en el cual no se subastan objetos, sino las historias que le daban valor y significado. Carretera no siempre fue este showman eminente. Antes de convertirse en subastador ejerció como vigilante en una fábrica de zumos durante muchos años, hasta que el ataque de pánico de una compañera de trabajo cambió su vida de manera irremediable. En el tránsito hacia su destino, Carretera deberá enfrentarse a la ira de un hijo al que ha abandonado, llevar a cabo una subasta para ayudar a un cura a salvar su iglesia, y realizar a manera de gran performance final, La historia de mis Gustavos personales, una subasta alegórica.