CHLOÉ BRÛLÉ-DAUPHIN

Una propuesta en la que la creadora nos habla con la palabra y el cuerpo del lugar que ocupan los relatos que nos acompañan a lo largo de nuestra vida. Dos sintaxis (movimiento y texto) en una sola expresión escénica.

Acompañada de dos excelentes intérpretes y responsable última de Las yeguas, Chloé nos ofrece un espectáculo a medio camino entre el teatro y la danza.

El teatro es el lugar idóneo para resucitar a los muertos, hablar con ellos, bailarles. Puede decirse, de hecho, que brotó originalmente de esta necesidad. Nuestra pieza existe por esa vocación de reencuentro. Por ello, tiene algo de ceremonia y de liturgia. Ansía la aparición de quienes vivieron antes que nosotras, y haciéndolo, dejaron su raíz en el suelo del presente.

¿Qué parte de mí soy ‘yo’, realmente, y qué parte es mandato familiar, influjo genético?

¿Quién más vive en mi cuerpo?

¿Cómo se deshace una del legado que no quiere transitar más?

En Las yeguas conviven el texto y el movimiento. Teatro y danza alternan sus códigos y los fusionan, también, de modo que la pieza vive en una suerte de espacio intermedio. Es tanto el relato de dos mujeres como la abstracción de este mismo relato en trazos, acciones, gestos, bucles, partituras.

La palabra dicha funciona aquí como detonador del movimiento, facilitándonos el acceso a un estado desde el que poder sentir y mover aquello que nunca podría cristalizar en una palabra. Nombrar como acto mágico que deposite en la escena lo innombrable.

Algunos de los temas presentes en Las yeguas son la brecha generacional —manifestada en las distintas formas de amar y de vincularse con la maternidad por parte de Alma y de Inés (las dos personajes de la pieza)— , la fe —así como la ausencia de fe— , o la persistencia de la memoria en toda una gramática corporal inconsciente que solo puede volverse consciente en un contexto de velo retirado o de ‘conexión espiritual'.