Casi cada semana, podemos escuchar o leer como un paciente o su familia ha agredido a un profesional sanitario, ya sean médicos, enfermeros, auxiliares, celadores o cualquier otro trabajador del campo de la salud.
Es del todo inadmisible que estas conductas se produzcan en ningún caso, pero incluso menos contra personas cuya intención es ayudar a mejorar, a paliar el sufrimiento, a reducir el dolor, a velar por el bienestar de los demás.
Hasta aquí, todos los colegas de este campo profesional aplaudirán el inicio de este artículo; sin embargo, los usuarios, los enfermos, seguro que tendrán mucho que decir al respecto, sin justificar en ningún caso una agresión.
Ahora es cuando viene el modo autocrítico, y cuando es de interés que esos mismos profesionales -en cierto peligro de ser agredidos en algún momento- tiren de empatía y se pregunten: ¿soy yo agresivo con mis pacientes?
Partimos de la definición de agresión de la RAE, como acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño. Si nos quedamos con el último verbo -dañar- quizás entendamos cómo muchos pacientes se sienten mal en nuestras consultas, cuando tenemos comportamientos de este tipo:
Si te reconoces en algunas de estas situaciones, deberías plantearte cómo afectan esas conductas a las personas que van a tu consulta, confiadas en tus virtudes y, sobre todo, en tu interés sincero por ser un apoyo real en el dolor personal.
No miremos sólo para fuera, y saquemos de la asistencia sanitaria cualquier conato de agresividad, sea verbal, física o moral, porque todo hace daño y deja marcadas a las personas.
LA PREGUNTA DEL "MILLÓN": ¿Le dirías a algún colega que su comportamiento con un paciente no es el adecuado?
Deja tus comentarios. Serán bienvenidos desde el respeto y la libertad de expresión.
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Manuel Salgado Fernández
PSICÓLOGO CLÍNICO // Col. AN-2.455