En una entrevista que hacen a Dalí en 1977, él mismo cuenta que en una conferencia de prensa y después de haber visitado el Museo del Prado acompañado de Jean Cocteau, les preguntan sobre qué habrían salvado, qué se habrían llevado, si se hubiera quemado el Museo del Prado, a lo que Salvador Dalí responde literalmente: «Pues Dalí se llevaría nada menos que el aire, y específicamente el aire contenido en Las Meninas de Velázquez, que es el aire de mejor calidad que existe.» [1, 2]
Y esto, ¿cómo se almacena? ¿Cómo podríamos preservar para la posteridad eso invisible a lo que Dalí llama «aire contenido en Las Meninas de Velázquez»?
Será porque me gustan las historias de piratas que soy algo aficionada a coleccionar cajitas donde guardo pequeños tesoros.
Estos tesoros pueden ser dos o tres piedras pequeñas de los campos Elíseos, arena de la costa de Alejandría, un canto rodado encontrado en la cuenca del Mississippi a la altura de Luisiana o un guijarro rescatado cerca del Puente de San Martín en la rivera del Tajo en Toledo.
Sin embargo, el sentido de colección de estos objetos nada tiene que ver con el sentido de una Cápsula del Tiempo que va más allá, y literalmente hablando, porque está pensada para durar más allá de la vida de quien la creó.
Y es, precisamente, este carácter intencional que, busca trascender a la vida de un mortal el que, otorga el mayor atractivo a este invento del Dr. Thornwell Jacobs (1877-1956), quien ha llegado a ser conocido como “el padre de la moderna cápsula del tiempo”. [3]
Al parecer, fue el descubrimiento de la Tumba de Tutankamón en 1922, el acontecimiento que inspiró a Jacobs la idea de construir una Cripta de la civilización, cámara herméticamente sellada, que comenzó a materializarse en el año 1936.
Para fijar su fecha de apertura se tomó como referencia el año 4241 a.C., en el que parece ser que se estableció el calendario egipcio y la fecha en la que Jacob inicia su proyecto, el año 1936 d.C., lo que nos da como cifra 6177. Estos serán los años que añadidos a 1936 nos situa en el 8113 d.C., como el año fijado para su apertura. Entonces nada de lo que hoy conocemos existirá, a menos que haya sido preservado en alguna cápsula del tiempo.
Fue construida con materiales pensados para preservar su contenido en la base del Phoebe Hearst Memorial Hall, edificio que pertenece a la Universidad de Oglethorpe (en Brookhaven, Georgia), donde este pedagogo, clérigo y amante de las ciencias ejercía, bajo dos metros de roca de nada menos que de los montes Apalaches.
No es la única ni tampoco, seguramente, será la última. Sabemos que existen otras muchas como, por ejemplo, por mencionar una de ellas, la del propio George Lucas, enterrada en su rancho Skywalker donde al parecer se atesoran objetos relacionados con la saga de películas de “Stars War”. [4]
Pero llegados a este punto, imagino que estará impaciente por saber que alberga en sus entrañas la Cripta de la civilización de Atlanta, con la que iniciamos estas disertaciones.
Solo con pararse a pensar sobre qué fue lo que se decidió preservar para ofrecer una imagen de lo que somos los humanos, ya me parece tremendamente intrigante.
En la web de la Universidad de Oglethorpe, se expresa que la intención de almacenaje estuvo en recoger el conocimiento acumulado por la humanidad (el que se consideró que merecía ser preservado en la cripta, en aquellos años) y así, cuenta con más de 800 obras de arte y ciencia (microfilmadas).
Al mismo tiempo, se almacenaron objetos con la intención de ofrecer una idea aproximada de cómo era la vida común, en estos años.
Entre sus reliquias cuentan con un pato Donald de plástico, una botella especialmente sellada de cerveza Budweiser, la Biblia microfilmada y El Infierno de Dante.
Incluso el propio David O. Selznick donó una copia original del guión de la película Lo que el viento se llevó. Quien iba a pensar, en aquellos tiempos, que este clásico del cine, dicen que «la película norteamericana más popular de todos los tiempos»[5] iba a ser tan censurada durante el presente año e incluso retirada del catálogo de películas de HBO Max a consecuencia del polémico caso de George Floyd.
El propio Jacobs (como no podía ser de otro modo) introduce una nota propia, su mensaje dirigido al futuro, y que traducida al español viene a decir que, «El mundo está dedicado a enterrar nuestra civilización para siempre, y aquí en esta cripta te la dejamos.» [6]
El 25 de mayo de 1940 tuvo ocasión la ceremonia de sellado de esta Cripta de la Civilización de Atlanta, y hasta la fecha sigue esperando silenciosa.
¿Qué metería en esta cripta del tiempo para que hablase sobre lo que somos los seres humanos? Si sólo pudiéramos elegir uno, ¿qué objeto elegiría para que los habitantes del futuro o visitantes extraterrestres se llevasen una idea completa de lo que somos?
Yo misma me he hecho esta pregunta y es posible, que coincida conmigo en la elección cuando se la revele unas líneas más abajo. Aunque seguramente, no habría reparado en este si la cuestión hubiese sido planteada antes del 13 de marzo de este año 2020, día en el que se declaró el Estado de Alarma en nuestro país por el ataque de un virus invisible a los ojos, pero capaz de dejar en jaque a toda la humanidad.
Dicen que, desde la gripe (antes la viruela y antes la peste negra), la del Covid19 está resultando ser la mayor pandemia que hemos padecido hasta la fecha.
Y es que, cuando parecía que podíamos tener escasez de alimentos y víveres, cuando en el imaginario de todos se nos presentaban imágenes de guerras, cartillas de racionamiento, asaltos y el caos social, el papel higiénico parecía superar el nivel de demanda de todo producto considerado imprescindible.
Así que he llegado a la conclusión de que, si sólo pudiera elegir un elemento que hablase de lo que, a la fecha, somos los seres humanos me quedo con el papel, concretamente un buen rollo de Papel Higiénico.
El consumo desmesurado de este durante los últimos meses, y en su mayoría con finalidad de almacenaje seguramente que, por el pánico producido por la idea de no disponer de este producto o que se agotase sin reposición, no deja de ser una reacción inesperada y sorprendente, que ha provocado muchas risas, pero también ha dado de sí que pensar.
Resultaba paradójico encontrar los estantes y espacios en supermercados, días previos ocupados por montañas de papel higiénico, y notar ese enorme vacío donde no hallar ni un maldito rollo a la vista.
Está claro que no pensamos renunciar a nuestro suave y perfumado papel higiénico, bajo ningún concepto. Y está claro que esta evidencia coloca entre nuestras primeras preocupaciones el de nuestra higiene íntima.
Menudo invento el del papel higiénico, por cierto, invento chino del siglo II d.C. que no llegó a Europa hasta el siglo XI d.C.
Desde luego, que entenderá que existan muchas razones y no tan expuestas a la vista, de esas que se quedan entre fibras, para que el papel higiénico se gane su lugar en el parnaso, como objeto idóneo para hablar sobre lo humano, tan humano.
No podemos olvidar, aun en tiempos de lo digital, que este gran invento, el del papel, vivió tiempos de gloria y sirvió para asuntos más dignos que precisamente se relacionaban con preservar, transmitir y conservar el conocimiento acumulado.
El papel ha sido muy responsable del avance de la sociedad humana en su conjunto. Durante siglos fueron lo que hoy son los USB o Nube de datos donde quedaba registrado lo que importaba conservar, superando a la efímera vida del humano siempre que el moho o la polilla, entre otros enemigos, no hicieran de las suyas.
Ligero y de fácil almacenaje y transporte a pesar de su aparente fragilidad que permitía, en condiciones no demasiado exquisitas, una durabilidad envidiable.
Hoy, esta vieja gloria ha pasado a situarse al nivel del pan y el agua, y eso que ni se come, ni se bebe.
Esto sí que es el culmen de la sofisticación de la especie humana que opta por morir de hambre y sed, pero bien limpia e higiénica.
Es de esos inventos vintage que conviven con lo nuevo y que parecen estar de actualidad, moviéndose entre lo cultural y lo biológico (lo escatológico), lo íntimo y lo público, el arte, la ciencia y el conocimiento.
El invento del papel higiénico ¿quién lo iba a pensar?
Las cosas que te hace pensar el arte.
Por Ceres Adriana García-Baquero Velasco.
Pedagoga, Lda. en Ciencias de la Educación (Universidad de Sevilla), Gda. en Bellas Artes y postgraduada en Historia del Arte.
Experta en Gestión del Patrimonio y la cultura (Universidad de Sevilla).
Docente, artista visual y redactora de contenidos en diversos medios de divulgación científica y cultural.
Puedes dejar tu comentario aquí o escribirme a: ceresgbv@hotmail.com
“Jardín de las Hespérides”, 2017. Fotografía. Autoría: Ceres Adriana García-Baquero Velasco.
[1] Ribeira, Diego (2011). ¿Qué salvaría Dalí del museo del Prado? [Video en YouTube]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=WG3wuWS6K9c&t=
[2] Cromática Arte (2020). ¿Qué salvaría Dalí del Museo del Prado? [Cromática.art Revista Digital] Recuperado de https://cromatica.art/que-salvaria-dali-del-museo-del-prado/
[3] Paul Stephen Hudson (2008). Historia de la Cripta de la Civilización. El "deber arqueológico" de Thornwell Jacobs: La cápsula del tiempo de la cripta de la civilización de Oglethorpe Atlanta. [Oglethorpe University] Atlanta, EU. Recuperado de http://www.oglethorpe.edu/about_us/crypt_of_civilization/history_of_the_crypt.asp
[4] Pérez, R. (10 de enero de 2015). Considerada la más antigua del mundo. Abren una cápsula del tiempo enterrada hace más de 200 años. [El Confidencial] Recuperado de https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2015-01-10/abren-una-capsula-del-tiempo-enterrada-hace-mas-de-200-anos_619199/
[5] Madrid, José (2020, 10 de junio). 'Lo que el viento se llevó', retirada del catálogo de HBO: ¿es una película racista? El Confidencial. Recuperado de https://www.elconfidencial.com/cultura/2020-06-10/viento-se-llevo-pelicula-racista-123_2332763/
[6] Texto original: «The world is engaged in burying our civilization forever, and here in this crypt we leave it to you»