Cofradias, Sevilla, Noviembre
Ora pro Nobis
Por
Francisco Manuel Pérez Estepa
Post #7

Sólo quienes han sido criados en la Semana Santa verdadera, pueden captar en toda su hondura la grandeza de esta fiesta, que dura una semana en el calendario y todo el año en el corazón. Demostrando cada uno, que su vida es un chicotá. Y cuando se arrían los zancos siempre quedan las oraciones rezadas, las miradas clavadas en el tiempo.

Cada viernes del año, día del Señor del Gran Poder, visita la plaza de San Lorenzo, el torero Rafael Torres como cualquier sevillano. Con motivo del día de todos los Santos,  anónimos de Sevilla van buscando la querencia para reposar su sentimiento por el barrio del “que todo lo puede”.  Y allí en la serenidad de la mañana, se encuentran estampas que hacen dar más girones al corazón. Entre personas desconocidas ver la figura de alguien destacado, hace que todo cobre más sentido.

Rafael Torres es muy sevillano, como su toreo, como su forma de andar y sentir, como sus ojos cuando derrama las lágrimas que los sevillanos entendemos. Dicen que pudo ser figura del toreo y lo fue abriendo la Puerta del Principe. Su toreo fue de figura. Bronce fundido en la fragua de unas llamas tan poderosas que terminaron por cincelar un cuerpo de gracia y finura que el cielo sólo regaló a los toreros de esta tierra Mariana. Se escribieron crónicas que comparaban a Rafael con Pepe Luis, con Pepín Martín Vázquez, incluso con Chicuelo.

Ver su sonrisa al salir de la Basílica con la tinta de sus recuerdos, hace evocar a los míos con más fuerza. Me inmortalizó por un instante el sentido de la vida y mis seres queridos que ya no están. En esas claritas del día, cuando abre el alba y la plazoleta estaba vacía solo para nosotros. Ya no pasa el tiempo por mi vida, es la vida la que pasa perdida en el tiempo, improvisando los sueños, quimeras, abrazos, provocando la lluvia que se refleje en mi mirada,
caminos con huellas, con destinos imperfectos, saltos al vacío en silencio y sueño, sueño involuntario y resignado, sabiendo que mis deseos se forjan en un espejismo desierto de este papel inundado por la tinta de mis recuerdos…

La Semana Santa sin memoria no existe. Es otra cosa. La memoria hace a la Semana Santa, como el antifaz al nazareno. Nuestros seres queridos, quedarán siempre ligados al ventanal desde el que se depositaba a los pies de los cristos, lirios de sus oraciones.

La Semana de pasión se hace más patente en el mes de noviembre en el recuerdo de los nuestros. ¿A que si querido abuelo? Para que me expliques tantos porqués y hablemos de nosotros… con una mirada desde un ventanal que se clava en el tiempo, que nunca caduca porque está recogido en el rostro de un crucificado cuando el Viernes Santo deja los cuerpos ahormados y listos para la gozosa resurrección que ya venimos celebrando.

Noviembre nos trae unas añoranzas de cuaresma llenos de ritos. Dormidos en el tiempo que despiertan con el besamanos de Amargura cada 21 de noviembre en el barrio de San Juan de la Palma. Para traernos días después, el despertar de los ilusiones, con la llegada de la Esperanza, desde un arco macareno. Agrietando las puertas de la Navidad.

Comparte