No es difícil encontrarnos con padres, hombres y mujeres, que lamenten en voz alta el comportamiento y forma de pensar de alguno de sus hijos, o de los que tengan.
Este sentimiento es esperable, desde el malestar que provoca que un vástago desarrolle su vida por unos derroteros que no se creen los más apropiados. Ahora bien, lo que no estoy dispuesto a compartir es cuando estos progenitores se ponen en “modo culpable”, cuando expresan frases del tipo: “Pues algo malo he tenido que hacer yo”; “Será que no he sido buen ejemplo para ellos”; “Lo mismo es que no merezco nada mejor”.
Con ello no quiero decir que no haya casos en los que los papás y las mamás, en sus conductas y lenguajes, hayan sido malos ejemplos para sus vástagos, generando así esquemas en su personalidad para nada recomendables para estos.
Sin embargo, en la mayoría de los casos que me llegan a la consulta no ocurre de esta manera, sino que más bien me encuentro con padres que se han ocupado muy mucho de sus hijos, con padres que incluso se han olvidado de sí mismos para centrarse en cuerpo y alma en sus descendientes, con padres que han intentado por todos los medios que sus hijos disfrutaran de las mejores condiciones para crecer en calma y armonía.
¿Qué pasa entonces en los casos en los que los hijos no parecen provenir de unos padres entregados? La explicación podría ser que, si bien la personalidad de cualquier ser humano se empieza a conformar en la interacción con familiares directos desde el nacimiento, ocurre que, en diferentes etapas de nuestra vida, vamos incorporando a nuestra personalidad valores nuevos que obtenemos de otras relaciones fuera del ámbito familiar, y otros provenientes de nuestras propias reflexiones.
Esto no siempre es aceptado por determinados padres, generando en ellos un terrible dolor al sentirse 100% responsables, incluso culpables, de cómo se comportan sus hijos en el mundo y con ellos mismos.
A estos últimos quiero quitarles el látigo con el que se flagelan, para cambiarlo por un abrazo y un: “No te castigues más. Lo hiciste lo que mejor pudiste, ahora les toca a tus hijos valorar tu esfuerzo, dedicación y sacrificio” … y si no lo ven, pues que les…
LA PREGUNTA DEL "MILLÓN": ¿Cómo sería ser un padre o madre perfecto?
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Manuel Salgado Fernández
PSICÓLOGO CLÍNICO // Col. AN-2.455