He dicho en muchas ocasiones que el comportamiento en el deporte está plagado de emociones de todo tipo. Sólo basta leer o escuchar los comentarios vertidos por diferentes periodistas deportivos para darnos cuenta de la importancia de este tema.
Para hacer mi artículo lo más actual, voy a centrarme en el partido de fútbol disputado ayer en el Mundial de Rusia, entre España y Portugal. Supongo que sabrás por dónde voy a ir.
Efectivamente, saco a colación la actuación del portero de nuestra selección: David De Gea, que tanto a dado para escribir y comentar en todos los medios de comunicación y, como no, entre los diferentes y bien formados seleccionadores nacionales que tenemos en nuestro país, aproximadamente unos 46 millones.
No puedo negar que mi ánimo ayer cuando terminó el partido me orientaba hacia la no continuidad de este guardameta para el próximo encuentro de “La Roja”. Sin embargo, casi 12 horas después se debe reflexionar sobre qué medida es la más conveniente.
El seleccionador no lo tiene fácil, ya que elija lo que elija tendrá apoyos y críticas, acertará y errará. La decisión tiene un punto shakesperiano: “¿Ser o no ser titular?”.
En este punto, debemos tener en cuenta qué tipo de deporte es el fútbol. Hablamos de una práctica colectiva, en la que el estado de ánimo grupal es fundamental para el buen rendimiento de la mayoría de sus jugadores, aunque hay escuadras que tienen una estrella de talla mundial en la que apoyan sus resultados en un porcentaje alto.
Este no es el caso de España, llena de excelentes jugadores, pero con un elemento que predomina por encima de todo: la cohesión del grupo, el sentimiento compartido de que todos son igual de importantes, y que los fallos son absorbidos por el propio conjunto.
Si en el próximo partido la portería española cambiara de dueño, es muy posible que esto referido se vería afectado, aunque lógicamente sería otro jugador quien la ocupara, ya fuera Reina o Kepa. Ya que se estaría dando una imagen de alto coste por pifias cometidas, lo que podría restar confianza en el grupo, al sentir una presión elevada ante posibles y probables errores futuros de cualquiera de los otros jugadores. Sin duda que esto influiría en los rendimientos de todos los demás protagonistas.
No es fácil, pero para eso esta Selección ha tenido a bien acompañarse de un psicólogo del deporte, quien seguro hará un trabajo excelente con De Gea and company.
¡Hierro tiene que acertar en valorar los yerros!
LA PREGUNTA DEL "MILLÓN": ¿También has cambiado de opinión de ayer a hoy, o por el contrario de mantienes en tu postura?
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Manuel Salgado Fernández
PSICÓLOGO CLÍNICO y del DEPORTE // Col. AN-2.455