Un nuevo tema relacionado con los derechos de la mujer ha llegado con fuerza a nuestra sociedad, lo cual es siempre bienvenido desde la reflexión y el sentido común.

Que en la historia de la Humanidad la mujer ha ocupado -por desgracia- un papel secundario en muchos asuntos es por todos reconocido. Difícilmente se podría decir lo contrario, salvo en sociedades matriarcales, las menos frecuentes.

Entre esos temas, destaca uno en especial: las relaciones sexuales. Esto daría para muchos artículos, para un libro, o para más incluso, pero es mi deseo centrarme en las sugerencias que últimamente escucho en diferentes medios, sobre todo proveniente de los políticos.

Se habla mucho de la necesidad de defender el derecho de cualquier mujer a no tener sexo con un hombre, algo que debería estar implícito en nuestro día a día, pero que en realidad no es del todo comprendido y respetado por todo varón.

A partir de aquí, entiendo lógico, conveniente y necesario buscar vías para evitar que haya desigualdades en este terreno, de manera que cualquier participante en una relación sexual tenga la potestad de decidir si quiere o no iniciarla y/o continuarla.

Ahora bien, esas vías deben respetar la presunción de inocencia que cualquier persona -mujeres y hombres- tenemos como seres humanos. Por lo que escucho en estas semanas da la impresión que un hombre, sólo por serlo, debe demostrar que no es un maltratador, un violador o similar.

Los datos estadísticos están ahí, igual que las denuncias y los casos de mujeres que no denuncian, pero seamos sensatos y centrémonos en cómo resolver un asunto de tremendo sufrimiento para muchas mujeres, que no debe convertirse en otro dolor para hombres que saben cuál es el límite, hasta dónde pueden llegar con una mujer y las normas implícitas en cualquier relación íntima.

Abogo porque la mujer también tenga claro hasta dónde quiere llegar desde el principio, y que sin dudar lo exponga a su partner en el momento inicial, sin temor al rechazo o la opinión que genere su actitud.

La sexualidad es hermosa desde la reciprocidad, el respeto y la responsabilidad.

LA PREGUNTA DEL "MILLÓN": ¿Este consentimiento también debería darse en relaciones homosexuales?

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Manuel Salgado Fernández

PSICÓLOGO CLÍNICO //  Col. AN-2.455