David Burliuk (1882–1967) fue una de las personalidades más llamativas de la cultura artística rusa de principios del siglo XX. En Rusia se le conoce como el Padre del Futurismo Ruso.
En realidad, si descontamos unas pocas obras producidas ya en América a mitad de los años 20, el trabajo pictórico de David Burliuk no tiene una relación directa con el Futurismo europeo, que se proponía presentar temas ligados a la industrialización, a los nuevos ritmos y velocidades de la ciudad. Es indudable, en cualquier caso, que David Burliuk se esforzó por sentir, adoptar y representar en su arte el arrojo, la agudeza y brutalidad de temas y sujetos, así como los métodos compositivos y de color que el futurismo había introducido en el mundo del arte.
El artista disfrutaba rotando imágenes e intercambiando horizontales y verticales (Paisaje desde cuatro puntos de vista, 1911). Las figuras de personas o caballos que se ensamblaban como piezas de un puzzle de superficies coloreadas (Pequeños rusos, 1911) deleitaban tanto al artista como a sus contemporáneos.
En la Rusia del tiempo estos métodos, aunque inicialmente percibidos como infantiles, acabaron mostrando la audacia y capacidad de innovación del artista.