Tauromaquias de Jorge Rando expuestas por primera vez más obras de la misma temática realizadas por Picasso entre 1929 y 1960 que permiten contemplar las escenas que inspiraron a este maestro malagueño y que trasladó al
papel tanto por placer estético como para representar la lucha de la vida con la muerte.
En las creaciones de Picasso el toro se sitúa, junto a la paloma, como uno de sus animales icónicos. Lo encontramos solo, sin compañía humana, y retratado de cuerpo entero o solo la cabeza. Podemos contemplar cómo Picasso sometió al animal a un continuo proceso de simplificación, hasta llegar a retratos de apenas unos trazos. Entre las obras surgen imágenes de picadores, de corridas y caballos junto a escenas de desnudos que nos permiten adentrarnos en ese universo picassiano del alter ego del pintor y su celebración de la mitología.
En el caso de Jorge Rando el leitmotiv de sus tauromaquias fue el impacto de la belleza plástica y las posibilidades estéticas. A diferencia de Picasso, Rando solo acudió a una corrida en los años 70. Tras ser invitado a la Goyesca de Ronda, no regresaría a una plaza de toros, pero esa tarde fue suficiente para que en su memoria y en sus apuntes quedasen registrados los momentos fugaces de la lidia y los lances. Según sus propias palabras de «ese baile de la vida con la muerte». Para el joven pintor aquella tarde fue un catalizador de impresiones, de las que surgieron más de cien obras entre dibujos, acuarelas y óleos datadas en los años 70. A diferencia de otros artistas, Rando ha manifestado en diferentes ocasiones que nunca tuvo la tentación de realizar grabados, en su premisa de enfrentarse al papel o al lienzo una sola vez.
En las obras escogidas para esta muestra, expuestas por primera vez, el pintor omite la plaza y la gente, desaparecen como si se tratase de un atrezo innecesario.
Aunque en el vacío pueda percibirse ese ambiente imperioso, furtivo y teatral. Rando nos convierte en miradores privilegiados de la escena intimista: la del animal y el hombre, frente a frente. Quizá, como la siente el toro y el torero. Solo conscientes el uno del otro. A mano alzada consigue que la aglomeración de ritmos y composiciones que encierra la tauromaquia se sometan a la sencillez y riqueza del dibujo y el color. En esta exposición nos encontramos con dibujos a trazo de tinta negra. El número de líneas va disminuyendo, parece que se unen, formando por instantes obras a un solo trazo, un solo dibujo en el que se acotan los terrenos y los espacios. Ante la sobriedad del dibujo hallamos impactos de color con los que el pintor es capaz de trasladarnos la riqueza sensorial y colorista del evento. El dibujo y el color nos permiten la contemplación de varios movimientos en una sola imagen, la viveza, la fugacidad, el brío y la tensión. El dibujo nos brinda los movimientos geométricos y el color hace gala de los elementos retóricos.
Encuentro en la arena nos permite contemplar y ahondar en el universo creador de los dos maestros malagueños. Dos maneras de sentir y expresar lo acontecido en una plaza de toros. Dos lenguajes diferentes para trasladarnos el duelo del toro y el hombre, el de la luz y la sombra, el del movimiento y la quietud. En definitiva, dos miradas al encuentro de la vida con la muerte.